El expresidente del Gobierno, Felipe González, ha afirmado que se le cayeron "los palos del sombrajo" cuando visionó el debate de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Ejecutivo central y trató de buscar un discurso en el que verse representado. "Todo el mundo sabe a quién voto, pero no me siento representado por el debate que he visto en el Parlamento: ni el último ni el penúltimo", ha afirmado González, quien ha dicho compartir "la angustia de la gente, las preocupaciones" y ha dejado claro que seguirá "peleando" para que España "encuentre una senda de otros 30 años de libertades y en convivencia". "No represento a nadie más que a mí, no tengo ninguna responsabilidad", ha declarado, dejando claro que no quiere decir al nuevo Gobierno lo que tiene que hacer porque "hay una generación nueva a cargo de la política", tras lo que ha aludido a la metáfora del "jarrón chino", los expresidentes, que "se supone que tienen valor pero donde quiera que los pongan estorban", de ahí la necesidad de "cuidarse".
González ha considerado que la vicepresidenta del Gobierno de Venezuela, Delcy Rodríguez, "no debería haber pasado por España". González ha rehusado contestar a una pregunta sobre la conveniencia, o no, de la dimisión del ministro de Transportes, José Luis Ábalos, por su entrevista en el aeropuerto madrileño Adolfo Suárez-Barajas con la vicepresidenta venezolana: "No me meto en eso".
El expresidente ha visitado el Palacio de La Aljafería de Zaragoza, sede de las Cortes de Aragón, donde ha clausurado el acto de presentación del informe 'Jóvenes, Internet y democracia', un evento organizado por la Fundación Manuel Giménez Abad y la Fundación Felipe González.
La visión de un millenial de 78 años
González ha advertido de que "la democracia está amenazada y, normalmente, reaccionamos y recuperamos cierta épica de lucha por las libertades cuando no la tenemos" y "a veces nos despreocupamos", criticando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, "que dice 'la Justicia soy yo "pues no está mal". "Los valores están en la Constitución", ha proseguido Felipe González, quien ha señalado que la Carta Magna "no declara enemigos" y, además, permite su modificación, pero "no permite a nadie saltársela", de manera que "si alguno se desvía por un perímetro o por otro pueden reiniciar su camino de Damasco para situarse dentro de ese cómodo perímetro -constitucional- pero no pueden pretender que los que respetamos el pacto y la convivencia nos salgamos de ese perímetro para darles satisfacción", lo que "ni podemos ni debemos consentir". Ha advertido de que "no hay nada más peligroso que los que rompan el perímetro de la convivencia lo hagan en nombre de la democracia porque provocarán que otros se sientan legitimados para hacer lo mismo", recordando que "algunos se ponen contentos" cuando un tribunal europeo "contradice" las resoluciones de los tribunales españoles, tras lo que ha comentado que no hay una regla común en la UE para regular la adquisición de la condición de eurodiputado.
González ha llamado la atención sobre las "pulsiones tiránicas", que "nacen de un discurso que dice que la democracia está por encima de la Constitución y, a veces, dicen que el pueblo está por encima de la Constitución. El expresidente del Gobierno ha subrayado que "hay una crisis de representación", alertando de que algunos colectivos, como los jóvenes o los agricultores "se sienten abandonados, se sienten huérfanos de representación", produciéndose "una paradoja universal" porque, a la vez, les preocupan asuntos de interés público. "Soy un millenial con 78 años, tengo la misma orfandad representativa", ha proclamado. Para González este proceso no es una "anomalía", sino precisamente "la normalidad de nuestra Historia", la situación de "provisionalidad" y, de hecho, "la anomalía fueron los años de estabilidad". Ha apuntado que, antes de la dictadura de Francisco Franco, la media de duración de los presidentes en España era de nueve meses desde que se creó -siglo XIX_el Consejo de Ministros. A su juicio, en su etapa en la política activa se puso "un cauce de predictibilidad" que hizo "confiable" a España "en términos históricos". Ha aludido así a los Pactos de la Moncloa y los pactos con la UE. "Habría que preguntarse cómo se renueva ese compromiso" para diseñar "un marco previsible que permita a la política enfrentar los desafíos que preocupan en lugar de jugar a una permanente descalificación del otro".