El 18 de junio de 2018 Iñaki Urdangarin, condenado por el caso Nóos, ingresó en prisión. Estaba en libertad provisional, podía elegir cárcel y optó por la abulense de mujeres, la de Brieva.
Allí, en soledad, espera a diciembre para cumplir una cuarta parte de la condena y poder solicitar permisos de salida.
A primera hora de la mañana de ese día, cuando cumplía el plazo de cinco días que la Justicia le había dado para entrar en prisión y cumplir una condena de 5 años y 10 meses por delitos de corrupción, Urdangarin ingresó voluntariamente en Brieva horas después de haber llegado a Madrid procedente de Ginebra (Suiza).
El marido de la infanta Cristina se encontraba en libertad provisional en espera del fallo del Tribunal Supremo, al que había recurrido la sentencia en primera instancia de la Audiencia de Palma, y, por tanto, podía decidir la cárcel de ingreso, como establece la normativa. Y optó por Brieva, situada a siete kilómetros de la ciudad de Ávila y en la que cumplió condena el exdirector de la Guardia Civil Luis Roldán.
Construido en 1989 y con 43.540 metros cuadrados, es un centro de pequeño tamaño destinado fundamentalmente a mujeres, con 162 celdas y 18 complementarias, según datos de Instituciones Penitenciarias.
Ningún otro hombre está recluido en esa prisión, en la que Urdangarin, según fuentes penitenciarias, hace una vida normal, dedicado a la lectura y al deporte y "muy tranquilo".
Sin otros presos con los que conversar, el yerno del rey Juan Carlos I charla con los funcionarios y recibe las visitas que le corresponden como cualquier otro preso en las cárceles dependientes de la administración central.
Poco más ha trascendido de su vida en prisión, salvo algún pequeño detalle, como la petición de una bicicleta estática. El gimnasio de Brieva no disponía de aparatos de este tipo apropiados para la envergadura física de Urdangarin, por lo que, apenas tres meses después de ingresar en la cárcel, el interno pidió a Prisiones una bicicleta adecuada a su estatura, pero le fue denegada.
Así que el preso acudió al Juzgado de Vigilancia Penitenciara número 1 de Valladolid, que le autorizó a disponer de una de su propiedad.
Urdangarin está clasificado en segundo grado, el régimen ordinario de la mayoría de los presos. En agosto, la Junta de Tratamiento de la prisión tendrá que reclasificarle, pero con casi toda probabilidad, según fuentes penitenciarias, se le mantendrá en esa misma situación.
El recluso tendrá que esperar a diciembre, cuando cumple una cuarta parte de su condena, para poder solicitar algún permiso de salida. Hasta entonces, tendrá que conformarse con las visitas que reciba, las mismas a las que tiene derecho cualquier preso. "Ni beneficiado ni perjudicado", insisten las fuentes.
Como cualquier preso, Urdangarin dispone de una tarjeta telefónica con la que puede llamar a 10 números previamente autorizados durante la semana, por un tiempo de cinco minutos la llamada. Respecto a las comunicaciones extraordinarias en el locutorio, el interno dispone de dos a la semana de 20 minutos cada una, aunque si así lo quiere, puede juntarlas en una de 40 minutos. Hasta cuatro personas pueden visitarle en esas comunicaciones.
También tiene derecho a un vis a vis al mes, de entre 1 y 3 horas de duración, así como a un encuentro familiar sin mamparas, también cada treinta días y por igual tiempo.
Otro tipo de encuentros que los internos pueden mantener en la cárcel es el llamado de convivencia que, con una duración de entre 3 y 6 horas, está destinado a familias con hijos de hasta 10 años. En el caso de Urdangarin, no puede disfrutar de él porque su hija menor ya tiene 14 años.
Urdangarin, también como cualquier interno, podría acceder al tercer grado -régimen abierto- si así lo decidiera la Junta de Tratamiento en algunas de las revisiones de su clasificación que se realizan cada seis meses. No obstante, en general no se propone el tercer grado antes de que el preso comience a disfrutar de algún permiso -Urdangarin no podrá solicitar ninguno hasta diciembre- y se compruebe su comportamiento fuera de prisión.