La mañana de los atentados de Barcelona y Cambrils, dos de los terroristas desayunaron en Ripoll con aparente normalidad. Tras el desayuno, montados en una furgoneta, Mohamed Hichamy y Younes Abouyaaqoub se encontraron con Saber Oukabir, primo de Moussa Oukabir, quien cuenta que no demostraron pánico, sino total tranquilidad.
Tras el encuentro con Saber Oukabir, Mohamed Hichamy y Younes Abouyaaqoub se enteraron de la explosión en la vivienda de Alcanar y se dieron cuenta de que tenían que improvisar. En ese momento Younes se dirige a Las Ramblas con una furgoneta y Mohamed Hichamy alquila otra furgoneta para poner rumbo a Cambrils.
En la AP-7, Hichamy tiene un pequeño accidente y abandona la furgoneta, huyendo a pie hasta una gasolinera. Allí entra y compra algo de beber tras haber corrido durante más de un kilómetro. "Es el que empieza a tomar decisiones dentro del otro grupo. Parece que toma el papel de líder", explica el periodista Manuel Marlasca.
Al salir de la gasolinera pidió ayuda a los más jóvenes del grupo. "A las seis de la tarde bajaron. Houssaine Abouyaaqoub estaba comiendo y dejó la comida y se fue corriendo", cuenta Saber Oukabir.
Los más jóvenes llegaron a la gasolinera en un vehículo negro. Allí estaba Houssaine, quien ya sabía que su hermano Youness había atentado con una furgoneta en Las Ramblas aunque en sus rostros no se aprecia ningún ápice de nerviosismo. "Es muy difícil meterse en la cabeza de estos chicos y entender cómo preparando un atentado de esta naturaleza puedes tener esa aparente tranquilidad", dice el periodista José María Irujo.
La tarde del atentado, el grupo se refugia en un restaurante abandonado a solo 20 minutos de la gasolinera. No es un lugar elegido al azar, pues ya se habían reunido aquí días antes. "Encontré una botella de butano, un casco de moto y una manta térmica", cuenta una testigo.
Tres de los terroristas volvieron a la gasolinera, y allí tras cambiar un billete de 500 euros, compraron tabaco, algo llamativo, pues según el primo de Moussa Oukabir ninguno de los que estaba allí fumaba. La actitud de los chicos no levanta sospecha porque se comportan con normalidad e incluso bromean con la cajera.
Tras su paso por la gasolinera pasan por un bazar al que acuden a comprar cuatro cuchillos de cocina y un hacha, que usarán más tarde en Cambrils.
"La sensación que traducen esas imágenes es que se están preparando para otra cosa, no para un atentado terrorista", dice el periodista Manuel Marlasca.
Una vez que obtienen los cuchillos y el hacha, uno de los jóvenes vuelve a la gasolinera para comprar la cena que tomarán antes de acabar con sus vidas. Después de la cena, queman sus pasaportes en una hoguera, el último paso antes de entregarse a la yihad.
Los cinco terroristas conducen hasta el paseo marítimo de Cambrils, donde en una rotonda se encuentran con una patrulla de los Mossos d'Esquadra.
Allí sembraron el pánico entre la gente que paseaba, que pudieron escuchar muchos gritos y disparos. "Esa noche la llevo grabada en la retina. Una cosa es que te lo cuenten, pero cuando lo vives en directo impresiona", cuenta un testigo de lo ocurrido.
"El plan era la muerte de todo el grupo, no con armas pero sí enfrentándose a las fuerzas de seguridad porque su salida a la calle con ese coche es un suicidio porque saben que no van a salir de ahí", dice el periodista Irujo.
En ese ataque mueren los cinco miembros de la célula y ya solo queda por localizar a Younes Abouyaaqoub, el conductor de la furgoneta de Las Ramblas.
Cuatro días más tarde saltan las alarmas en San Sadurní de Noya, donde una mujer alerta de que ha visto al sospechoso del atentado entre los viñedos.
Hasta allí llegan patrullas y al verse acorralado, Abouyaaqoub amenaza con hacer explotar un cinturón de explosivos, que finalmente era flaso.