La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, sentenció que en el Parlamento “no existe el enemigo” y que solo desde el respeto y la consideración al discrepante es posible el diálogo imprescindible para responder a las demandas de los ciudadanos. En su discurso en la solemne sesión de apertura de la legislatura, presidida por el Rey, Batet subrayó que este mandato nace tras un año en el que se han experimentado “las dificultades de la gobernabilidad”, y recordó las palabras del jefe del Estado hace cuatro años, cuando celebró que el diálogo, la responsabilidad y la generosidad habían permitido esa gobernabilidad. Ahora, proclamó, esos mismos valores han dado forma a un Gobierno de coalición. “La formación del Gobierno no es un fin que se agota en sí mismo, sino un instrumento fundamental para poder desarrollar, con coherencia y estabilidad, las políticas que deben dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos”, advirtió, y a las Cortes Generales, con el impulso del Gobierno, corresponderá hacer realidad las políticas públicas.
Los problemas reales
Batet apeló a la dedicación y la honestidad de los parlamentarios para recuperar el interés y el respeto de los ciudadanos por las instituciones democráticas, “instrumento de cambio social”. Subrayó que la Constitución nació mirando al futuro y, una vez celebrados sus cuarenta años de vigencia, “debemos volver la atención hacia su carácter de programa de actuación, abordar sus objetivos pendientes y enriquecerla con nuevos consensos propios de nuestro tiempo”. “No estamos aquí para crear problemas que no existen ni para ocultar los que existen: estamos aquí para dar respuesta a los cambios en nuestro mundo y en nuestro país”, dijo Batet, apuntando entre ellos a la emergencia climática, la globalización de la economía, la efectividad de la igualdad, las mujeres asesinadas, la garantía de igualdad de oportunidades, el acceso a la vivienda o el enriquecimiento cultural. “Venimos aquí desde todas las tierras de España para configurar y desarrollar un proyecto común y compartido, enriquecedor desde el pluralismo que vivifica nuestras sociedades; diversos, pero en igualdad de derechos y solidariamente unidos en la construcción de un futuro de justicia y libertad”, afirmó. Alertó a continuación de que la democracia “no es ni puede ser exclusión” y de que en el Parlamento “no existe el enemigo” porque a cada diputado le corresponde la representación de todos los ciudadanos, también de quienes votaron a otras formaciones. “Como Hemón recuerda a Creonte, solo en un desierto podrás gobernar perfectamente en solitario”, advirtió. Batet argumentó en esa línea que las democracias no son sistemas políticos abiertos a la integración de todos y al cambio, y que “ningún poder está reservado en exclusiva para unos, ni ningún poder es permanente en una democracia, salvo el poder de la democracia”.
Discrepar y compartir
No hay democracia sin pluralidad, añadió, y esta legislatura es una nueva oportunidad para hacer del Parlamento “un ejemplo de la voluntad de compartir desde el derecho a discrepar”, lo que requiere respeto y generosidad. “A pesar de nuestras discrepancias, y quizás por ello, necesitamos más que nunca restablecer consensos, políticos, sociales y territoriales”, lo cual solo será posible con esfuerzo diario y con el reconocimiento del otro, “siempre en el marco de los procedimientos democráticos y de la observancia de las leyes”. “Los consensos no se hallan, sino que se construyen”, dijo Batet a los parlamentarios, y la voluntad y la palabra son las herramientas para ello. “Esforcémonos pues en querer alcanzar acuerdos y en usar nuestra palabra para ese fin”. Batet trufó su discurso con citas a presidentes del Congreso de los Diputados que la han precedido, desde los socialistas Manuel Marín y José Bono a los populares Ana Pastor o Jesús Posada, para subrayar la importancia de ese diálogo, y apeló a las palabras del Rey en ocasiones anteriores para subrayar que ese diálogo debe ser siempre “sincero y leal”, y “desde el respeto y observancia a la ley y las decisiones de los tribunales”. Batet, que había comenzado su discurso saludando en todas las lenguas cooficiales, lo concluyó con un “viva la Constitución, viva el Rey”, antes de dar la palabra al jefe del Estado.