Alfredo Pérez Rubalcaba cierra este domingo de alguna manera el largo capítulo de su carrera política con la elección del nuevo secretario general del PSOE, aunque no será hasta el congreso de finales de julio cuando diga adiós a una larga etapa que arrancó hace cuarenta años cuando decidió afiliarse al partido.
Y cierra un paréntesis, en el que contabiliza veintiún años como diputado en el Congreso, diecisiete en la Ejecutiva del PSOE, once años como ministro y otros dos, -quizá de los más amargos- al frente del partido. Y abre otro al retomar la docencia después del verano en la Universidad Complutense de Madrid, donde es profesor titular de Química Orgánica.
Rubalcaba ha votado como un militante más y ha insistido en que es una jornada histórica para los miles de socialistas que son los "protagonistas" porque abre un proceso "irreversible" en el PSOE para elegir al secretario general puesto que en el cónclave socialista se modificarán también los estatutos para que eso sea así.
Su último discurso político como líder del PSOE lo pronunciará el 26 de julio, en el congreso que designará a su sucesor al frente del partido, que hoy será elegido por primera vez en una consulta mediante el voto directo de los militantes entre Pedro Sánchez, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias.
Dicen algunos que Rubalcaba es de Madina, pero lo cierto es que ni de su boca ni de sus gestos ha salido nada que pudiera dar lugar a afirmar su preferencia por el aspirante vasco, aunque es cierto que los dos han estado muy próximos por las responsabilidades que también tenían en el grupo parlamentario.
Lo que sí ha salido de él durante todo este tiempo en que ya estaba de retirada es que quería lo mejor para el partido y que éste tenía que recuperar el peso que le corresponde en la escena política puesto que desde que Rubalcaba tomó las riendas ha ido cayendo en picado.
Después de dos sonoros fracasos, el primero en las elecciones de noviembre de 2011 cuando el PP ganó la mayoría absoluta por goleada y, sobre todo, la debacle socialista en las europeas de mayo, Rubalcaba decidió tirar la toalla del todo. Ni siquiera ha querido continuar con su escaño. El pasado 26 de junio anunció por sorpresa que en septiembre ya no volvería al Congreso y lo hizo tras subrayar que no había otra tarea "más importante, relevante y gratificante" que la labor de diputado.
De ese día, Rubalcaba guardará en su memoria una ovación de casi un minuto de todos los diputados, la mayoría puestos en pie, y los elogios del presidente de la Cámara, Jesús Posada, que le definió como "una gran figura" del parlamentarismo del siglo XXI.
La semana pasada, en el pleno en el que Mariano Rajoy dio cuenta del último Consejo Europeo, el todavía secretario general ya no quiso intervenir y le cedió a la portavoz socialista, Soraya Rodríguez, su turno de palabra. Aún se le podría ver por el Congreso ya que aunque ha terminado el periodo ordinario de sesiones se convocará alguna que otra diputación permanente o incluso podría haber un pleno extraordinario. Pero el adiós ya está contado.