Watergate
50 años del Watergate: el lugar clave y más concurrido de Washington estos días
De aspecto aún hoy moderno y desenfadado, parecería un destino de fin de semana. Pero su nombre y sus paredes encierran mucho más que eso -y nos llevan, ya verán, a conclusiones importantes.
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Recuerdo la primera vez que entré en el hotel a desayunar, por pura curiosidad. Me encontré con el entonces director del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet y acabamos en la misma mesa bromeando sobre si nuestras pensiones, por muy europeas que fueran y muy cauto que Trichet se comportara, dependerían ante todo de lo que decidiera la Reserva Federal de EEUU, kilómetro y medio hacia el este en pleno centro de la ciudad.
En otra ocasión pasé un día hablando con los vecinos de los apartamentos del Watergatesobre la paradoja de los dos edificios que tienen al lado, uno inmensamente querido y otro… no tanto: el primero es el Kennedy Center, que es el gran centro cultural de Washington, y el otro la embajada de Arabia Saudí.
En suma, que en la cotidianeidad del día a día en el Watergate ya nadie hablaba de lo que el resto del mundo entiende por Watergate.
Pero solo hasta ahora
Porque este aniversario es demasiado icónico y en cierto modo demasiado alarmante como para que en este día todo el mundo se pregunte qué hubiera pasado si esta noche 50 años atrás no hubieran sido detenidos casi por casualidad los cinco ladrones a sueldo de la Casa Blanca y cuyo arresto acabó provocando la caída de Nixon.
Esa caída, conviene no olvidarlo, fue posible gracias al periodismo y a periodistas -porque esta profesión sí importa.
Pero también gracias al compromiso moral de la 'garganta profunda': el subdirector del FBI Mark Felt que alimentó en silencio las pistas y dio el consejo clave: 'follow the money', seguid el rastro del dinero.
Y lo hizo solo, rebelándose en silencio contra sus jefes y contra el estado, por compromiso moral -no por interés, no por dinero, no para promocionarse, solo porque le parecía inaceptable el comportamiento del presidente.
La segunda casualidad de esta fecha no es en realidad una casualidad
Las audiencias de la comisión de la Cámara de Representantes que justamente estos días acusan a otro expresidente, Trump, de intentar subvertir, como Nixon, el proceso democrático se celebran ahora para que coincidan con la efeméride. Podrían haber sido hace unas semanas o dentro de unos meses. Pero la tentación de la analogía en el calendario ha sido irresistible.
Lo curioso es que Trump no llegó a caer pero sí pasó -y sobrevivió- a dos 'impeachments' mientras que el Watergate terminó forzando la dimisión de Nixon pero no se le llegó a abrir el proceso de destitución.
Y la razón es que Nixon se fue antes del 'impeachement'. Porque él sabía que lo iba a perder. Igual que Trump sabía que los iba a ganar.
La diferencia crucial 50 años después
Ante dos momentos políticos de similar trascendencia y con acusaciones en última instancia no tan dispares, un presidente sabía que no caería y otro que sí lo haría. Además de pasar por el Watergate, acabo de estar con el hombre que iba hacer caer a Nixon: Bruce Fein.
Bruce, sereno, atlético, idealista, polémico, juvenil frisando los ochenta años, fue el joven abogado a quien la fiscalía del Departamento de Estado encargó el primer borrador de artículos de destitución contra Nixon. Es decir, los cargos criminales que habrían hecho caer a Nixon -de no haberse él ido a casa cinco minutos antes.
Bruce Fein visitó España en los años ochenta y le encantó y yo creo que es solo por eso por lo que me regala nuestra amistad y a nosotros, afortunados, nos da la entrevista y minutos tan difíciles de conseguir estos días.
Caminamos generosamente y nos acercamos al Congreso.
“Aquí en la biblioteca preparé todo”, me explica.
“Entonces no había internet ni ordenadores ni nada. Tenía que estar aquí para tener a mano los documentos precisos, sobre todo, los argumentos constitucionales e históricos”, explica.
A Bruce se le encargó semejante misión porque pese a su juventud era ya -como hoy, con su bufete justo aquí al lado del Congreso- uno de los abogados más brillantes de Estados Unidos.
Y algo más -porque la excelencia no se adquiere solo con el talento sino también con el carácter: Bruce era uno de los abogados más valientes del país.
“En ningún momento me intimidó aquello. El presidente incumplió la ley. Eso no puede ser. Él tiene que ser el ejemplo para el país. No lo fue. Había que juzgarle y echarle”, explica como si hubiera sido fácil.
Lo más curioso es lo que dice a continuación
En nuestra crónica en los informativos contaremos cómo compara a Trump con Nixon pero digamos ya ahora y aquí la diferencia fundamental entre lo que se vivió hace 50 años y lo que se ha vivido ahora.
Y para él, que tan de cerca ha vivido ambos momentos, la diferencia no son los presidentes ni lo que han hecho o dejado de hacer.
La diferencia, para él, es el nivel de tolerancia del pueblo americano.
“No es que un presidente haya ido demasiado lejos y otro no tanto, ni que lo que hayan hecho ambos sea igual de grave o muy diferente”.
Para Bruce, Trump habría caído en los años 70 y Nixon podría haber sobrevivido hoy.
Es decir, si hay que buscar diferencias y comparaciones es en las calles en donde hay que hacerlo. En el pueblo. En Estados Unidos -y… ¿tal vez en todos los países?
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Cada uno puede así reflexionar sobre qué es lo que de verdad ha cambiado en estos 50 años cuando llegamos, hoy, al aniversario del Watergate.
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