"No van a obligarnos a odiar como ellos odian. No van a tenernos encarcelados en el miedo eterno. Seguiremos siendo lo que somos: una sociedad solidaria", afirmó el presidente alemán, Joachim Gauck, en un acto institucional en el Parlamento regional de Baviera.
Ni el terrorismo ni el odio homicida "deben hacernos renunciar a nuestro modelo de sociedad", añadió el jefe del Estado, en presencia de la canciller alemana, Angela Merkel, y el líder bávaro, Horst Seehofer, en alusión a la alerta generalizada en toda Alemania y especialmente en ese próspero "Land" tras los recientes actos de violencia.
"Si algo tienen en común quien comete un baño de sangre y un terrorista es la voluntad de robarnos el día a día", dijo Gauck, para calificarlos de seres caídos en el "abismo de la agresividad". El acto en Múnich era en memoria a los nueve personas asesinadas a tiros, antes de suicidarse, por Ali David Sonboly, el 22 de julio pasado, pero el mensaje se hizo extensivo a dos recientes atentados yihadistas cometidos también en Baviera, ambos por refugiados.
Cinco días antes del tiroteo en Múnich, el lunes día 18, un afgano de 17 años se lanzó con un hacha y un cuchillo contra los pasajeros de un tren regional a la altura de Würzburg y dejó heridas de gravedad a cinco personas, antes de ser abatido por la policía.
El domingo siguiente, un sirio de 27 años detonó la bomba que llevaba en una mochila en el acceso de un festival al aire libre, en Ansbach, lo que causó 17 heridos y su propia muerte. Uno y otro, el refugiado sirio y el afgano, dejaron grabados sendos vídeos, difundidos por el entorno de Daesh, en que declaraban querer vengar a "sus hermanos".
La matanza de Sonboly no se relaciona con el yihadismo, sino con el odio hacia turcos y árabes de un joven nacido en Alemania, con transtornos psicológicos y al parecer víctima de acoso escolar. No hay protección absoluta contra estos actos, recordó Gauck, pero una "alianza entre los órganos del Estado y la ciudadanía" es la "mejor protección" frente a acciones "cínicamente calculadas", que destrozan vidas y amenazar "nuestra sociedad abierta".
"No podemos quedar impasibles. Tenemos que reforzar los dispositivos de seguridad y la presencia policial", apuntó por su parte Seehofer, quien en plena alerta terrorista ha venido insistiendo en la necesidad de endurecer las leyes de asilo y en su exigencia a Merkel de que frene la llegada de refugiados.
El acto político siguió a un oficio ecuménico con representantes católicos, evangélicos, ortodoxos y musulmanes y celebrado en la Iglesia de Nuestra Señora, con intención de ser una ceremonia multireligiosa, aunque la nota dominante era la cristiana. Las nueve víctimas de Sonboly eran de origen extranjero -turco, kosovar o griego, principalmente-, todos adolescentes, con excepción de una turca de 45 años, y siete de los fallecidos eran musulmanes.
Las primeras investigaciones sobre el autor del tiroteo arrojaron un perfil en que confluían otros baños de sangre en escuelas alemanas y la figura del lobo solitario e islamófobo noruego Anders Breivik, de cuyo doble atentado en Oslo y la isla de Utøya, con 77 muertos, se cumplía ese 22 de julio el quinto aniversario.
Este perfil se completó con otras informaciones, según las cuales el joven sentía devoción por Adolf Hitler -nació un 20 de abril, como el dictador nazi- y se sentía "ario" en tanto que germano-iraní, por ser Irán el origen de la raza aria. Su padre, Masoud Sonboly, un taxista de Múnich, explicó hoy en una entrevista al dominical del popular diario "Bild" que su hijo sufrió de niño acoso escolar, lo que denunció en su momento a la dirección de su centro, sin éxito, por lo que cambiaron de barrio.
Confirmó que el muchacho, en un momento dado, empezó a alardear de compartir cumpleaños con Hitler, a usar el nombre de pila David en lugar de Ali -como le llama su padre- y a recluirse en sí mismo. Tomaba antidepresivos y estaba obsesionado por las matanzas de Breivik y de Tim Kretschmer, el estudiante de 17 años que en 2009 mató a 15 personas tras irrumpió armado y vestido en uniforme paramilitar en su antiguo colegio de Winnenden (suroeste).
Kretschmer se suicidó acorralado por la Policía, lo mismo que hizo otro joven de 19 años, en Erfurt (este), en 2002, tras matar a 16 personas de su escuela, entre profesores y alumnos.