Desafiante con su saludo, en la defensa de sus convicciones e incluso por su sonrisa, así es el asesino confeso de 77 personas, Anders Breivik. Pero si hay una imagen de este juicio que ha impactado fuera de Noruega es esta: la de los magistrados que participan en el juicio estrechándole la mano.
Nina Wörmer, investigadora noruega de la Universidad Complutense, sigue muy de cerca este proceso. Asegura que en un país, como Noruega, con cuatro millones de habitantes, no es difícil encontrar a nadie que no conozca a alguien tocado por la tragedia.
Sobre la forma de impartir justicia, Nina nos comenta la importancia del rigor: "En Estados Unidos, si alguien que hubiese participado en el 11-S, si hubiese sobrevivido, ningún letrado le hubiera dado la mano, pero en Noruega sí, porque van con los derechos y las leyes en la mano, y es lo primero que respetan. No se dejan guiar en ese sentido, o no quieren, por unas emociones que son muy grandes".
Magistrados que respetan hasta tal punto el código penal que con este gesto sorprenden al propio Breivik. Criminal, que solo se ha conmovido al ver sus videos propagandísticos. El autor de la mayor matanza perpetrada en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial se enfrenta a una pena de 21 años, la máxima en ese país.
"Los noruegos van a aceptar lo que dictamine la juez. Son las herramientas que tienen y son las que van aplicar, y se van a respetar. Dudo mucho que haya críticas" sentencia Nina Wörmer.
La investigadora opina también sobre la posibilidad de que acabe sus días en un hospital psiquiátrico: "El no quiere en absoluto esa sentencia. Lo que quiere es que le condenen, y como decía él, lo que quería es que la policía le hubiese matado en la isla, porque entonces hubiese sido un mártir".
A pesar del trauma que ha supuesto esta tragedia, los noruegos se esfuerzan para que Breivik no cambie su forma de vida.