Ascenso y caída de Juan Guaidó: el intento fallido de transición en Venezuela

Durante un breve instante, la esperanza inundó al pueblo venezolano opositor al régimen de Maduro, una nueva figura que parecía que llevaría a la nación a una etapa de transición. Juan Guaidó, un joven político que tan solo unas semanas antes había asumido el cargo de presidente de la Asamblea Nacional, desafió a Nicolás Maduro en un duelo por el “poder legítimo”. El 23 de enero de 2019, Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de la República Bolivariana de Venezuela.

Antecedentes

Los antecedentes que llevaron a este evento se remontan al año 2018, momento en el que el Tribunal Superior de Venezuela invalidó las funciones de la Asamblea Nacional, en la que la oposición era mayoría, en paralelo de la creación de una Asamblea Nacional Constituyente bajo el control de Nicolás Maduro. Este abuso de poder por parte del régimen chavista fue la gota que colmó el vaso. Los partidos contrarios al régimen chavista decidieron no participar en las elecciones de 2018 ni reconocer los resultados al ser “un show de propio Gobierno para aparentar la legitimidad que no tiene”.

Fue entonces, en el momento de la toma de posesión del cargo de Nicolás Maduro, que Guaidó inició el proyecto de “proclamación de presidente encargado”, donde utilizó como base de sus argumentos el artículo 233 de la Constitución de Venezuela, el cual interpretó que le daba la legitimidad para asumir el poder ejecutivo del país. Diferentes analistas y juristas debatieron si se trataba de una “autoproclamación”, por lo tanto, un “golpe de estado”, o si la toma de posesión de Guaidó era lícita debido a que, según la oposición, Venezuela carecía de presidente.

Reconocimiento internacional

Pero en el contexto geopolítico, lo que convierte algo en lícito, es el apoyo de otros estados, sobre todo de aquellos hegemónicos. Ese mismo día, Estados Unidos, junto a otros doce países americanos, mostraron el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado. La confirmación internacional por parte de la nación líder de occidente era la pieza de dominó necesaria para provocar una reacción en cadena. Los corazones de los venezolanos exiliados de su país vibraron al unísono, las calles de las ciudades donde residen se convirtieron en un mar tricolor, aclamaban a Juan Guaidó como su verdadero representante.

Más aún se intensificó el pulso cuando España, en conjunto con la Unión Europea, le dieron un plazo de ocho días al Gobierno de Nicolás Maduro para que convocara unos comicios “justos, libres y contrastados”, algo que no le hizo mucha gracia a Maduro que acusó a la Unión Europea de someterse a las políticas del presidente estadounidense Donald Trump, además de rechazar el análisis de Juan Guaidó del artículo 233, aclarando que las elecciones de 2018 le convertían en el “presidente constitucional”.

Fin del efecto Guaidó

Guaidó ascendió a los cielos, el reconocimiento por parte de la Unión Europea, su rostro en primera plana en medios internacionales, la gira que realizó a Estados Unidos como representante de Venezuela, su visita a la Casa Blanca, todo parecía encarrilar hacia un futuro prometedor, pero su estela se difuminó antes de lo previsto. Al igual que Ícaro, Guaidó acabó cayendo. Las divisiones internas dentro de la oposición venezolana, que decidieron acabar con el “interinato”, y el paso del tiempo hicieron mella en lo que representaba, aquellos que le dieron reconocimiento en un inicio tímidamente comenzaron a ignorarlo, su influencia había desaparecido por completo.

En 2023, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, convocó en Bogotá una conferencia que buscaría solucionar la crisis de Venezuela, reuniendo a al Gobierno venezolano y los antichavistas. Guaidó no fue invitado. Ante la negativa de Colombia, el antiguo presidente de la Asamblea Nacional anunció que había llegado a la capital colombiana a pie con intención de participar en las negociaciones. Entonces culminó su derrota definitiva, Juan Guaidó fue detenido por las autoridades del paísobligándole al exilio, el punto y final de su carrera política.