La 118 edición del maratón de Boston, el más antiguo del mundo, servirá para comprobar si la ciudad ha conseguido sobreponerse a las dos bombas del año pasado y hasta qué punto la seguridad se convierte en protagonista. Tres personas fallecieron y más de 260 resultaron heridas por las explosiones del 15 de abril de 2013, que traumatizaron a una ciudad que celebraba con el maratón el espíritu de superación del deporte, y ahora más que nunca intentará exhibir esa fuerza como desafío al terrorismo.
Muchos corredores tendrán este tercer lunes de abril, festivo Día del Patriota en Nueva Inglaterra, la posibilidad de cruzar la meta que no pudieron conquistar en 2013, ya que sus pasos fueron interrumpidos por las bombas caseras colocadas en la recta final. A primera vista, está claro que los corredores no se han acobardado, ya que el número de participantes ha pasado de los 27.000 a los 36.000 y se espera que alrededor de un millón de personas se concentren a lo largo del recorrido para disfrutar del evento. Para ello, la organización de la prueba ha aumentado el número de voluntarios de 8.000 a 10.000, mientras que la ciudad de Boston y el estado de Massachusetts duplicarán el número de agentes de policía y otras fuerzas de seguridad hasta los 3.500 efectivos.
Las autoridades reconocen que es imposible controlar a todos y cada uno de los asistentes a un evento que se celebra en la vía pública y se extiende a lo largo de 42 kilómetros, desde el pueblo de Hopkinton hasta Boston. "Estoy confiado de que todo irá bien, aunque nuestra ansiedad está probablemente a su nivel más alto", aseguró esta semana Dave McGillivray, director de la carrera y de la Asociación de Atletismo de Boston.
"Está claro que no podemos ignorar lo que pasó el año pasado, pero al mismo tiempo queremos volver a poseer nuestra línea de meta y no anticipamos ningún cambio significativo en la manera en que el maratón se celebra año tras año", explicó McGillivray. La ciudad quiere que el maratón de Boston se convierta en el escaparate que muestre el lema adoptado por la ciudad tras los atentados perpetrados por los hermanos Tsarnaev: "Boston Strong". Boston ya está repleta de banderas, escaparates y carteles con los colores azul y amarillo de la maratón y los corredores han tomado la ciudad sin más preocupación que registrar un buen tiempo.
Este jueves, el partido de baloncesto entre los Boston Celtics y los Washington Wizards en el TD Garden, de casi 19.000 localidades, fue un buen termómetro para comprobar el nivel de seguridad en eventos deportivos. Los accesos cuentan con las mismas medidas que cualquier otro estadio del país y en ningún momento se siente una gran presencia policial. "Boston sigue orgulloso de ser como era antes del atentado", explica un aficionado en el TD Garden. El estadio se estremeció con una emotiva ovación en pie durante varios minutos cuando se reprodujeron por megafonía las palabras que leyó el presidente Barack Obama en un oficio religioso tres días después de la tragedia. "El año que viene, el tercer lunes de abril, el mundo volverá a esta gran ciudad (norte)americana para correr con más ganas que nunca, para animar más fuerte que nunca en la edición 118 del maratón. Estén seguros de ello", dijo.