El equipo de rastreo, conformado por una decena de personas con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años, llegó a principios de semana desde el sur del país para presentarse voluntarios en las tareas de salvamento. Hasta la fecha las autoridades han inspeccionado un centenar de chimeneas y cavidades sin, de momento, topar con una que acceda a las proximidades de la gruta donde se encuentran prisioneros los escolares y su tutor. "Vamos a continuar con las operaciones", dijo a los medios locales otro de los buscadores de nidos comestibles, una delicia culinaria en la cultura asiática.
Las duras jornadas para este grupo de expertos pueden superar las doce horas de difíciles caminatas entre la espesa vegetación ayudados con material de escalada. Narongsak Ossottanakorn, gobernador de Chiang Rai, donde se encuentra la cueva, señaló la noche del viernes que analizan con detenimiento unas 18 fisuras, algunas con una profundidad de 400 metros. La densa jungla tailandesa y la amenaza por la llegada de lluvias dificulta la tarea de encontrar una entrada alternativa a la gruta donde se halla el grupo.
Además de la búsqueda sobre el terreno, las autoridades mantienen la opción de sacar a los niños buceando a través de los laberínticos pasadizos parcialmente inundados del complejo subterráneo. No obstante, los responsables del operativo eluden anunciar una fecha para las operaciones que, aseguran, procederán de manera gradual, sacando primero a los niños en mejores condiciones físicas y psicológicas.
"Vamos a tomar el mínimo riesgo posible, pero no podemos esperar hasta que comiencen las fuertes lluvias y empeore la situación", señaló anoche Narongsak Ossottanakorn al referirse al temporal de precipitaciones que se acerca a la región.
El grupo -compuesto por doce niños de entre 11 y 16 años y un adulto de 26- fue encontrado la noche del lunes en una isla de terreno seco a 4 kilómetros dentro de la caverna y tras nueve días de intensa búsqueda en la que participaron más de 1.300 personas. Visiblemente delgados, pero en buen estado anímico y de salud, los chavales están siendo atendidos en la gruta por una decena de militares, entre ellos un médico y un psicólogo.
Gracias a la ingesta de complementos vitamínicos, el grupo recupera poco a poco las fuerzas de cara a la segunda fase: la salida de la cueva situada en el parque natural Tham Luang-Khun Nam Nang Non, en la frontera entre Tailandia y Birmania. Para ello, los escolares y el monitor han comenzado un entrenamiento intensivo para aprender a bucear, una opción de elevado riesgo, pero que según los expertos sigue siendo la más factible. La tregua climatológica ha permitido que disminuyan las aguas que empantanan los túneles subterráneos, gracias a la salida natural y el constante uso de bombas de drenaje artificial.
"Si dejamos de sacar agua, es posible que los niveles suban hasta 11 centímetros en cuestión de pocas horas", remarcó Narongsak sobre la peligrosidad de los operativos, que el jueves se cobró la vida de un experto buzo antiguo miembro del cuerpo de élite de la marina tailandesa. "En general la cantidad de agua ha bajado, pero en los puntos cruciales (para la misión de rescate) continúan altos", zanjó el portavoz oficial. Los trece se internaron en las galerías el sábado 23 de junio tras un entrenamiento de fútbol cuando una súbita tormenta comenzó a inundar la cavidad y les cortó la salida.