Reunión del gabinete de Seguridad Nacional para debatir un asunto de extrema sensibilidad: difundir o no la foto del cadáver de Osama bin Laden.
Desde que el presidente Obama anunció la muerte del responsable del 11-S, la presión para que se haga pública la que se considera como prueba definitva, es enorme. Pero se teme una oleada de sentimientos anti-americanos.
El cadáver del terroristas más buscado, según fuentes norteamericanas, fue identificado en una base de Afganistan. Primero cotejaron su ADN con el de su hermana, que es la prueba más fiable.
También le hicieron un reconocimiento facial con un programa informático. Pero para no dejar lugar a dudas hubo una identificación visual y un análisis biométrico de sus características corporales.
Una vez reconocido el cuerpo de Osama Bin Laden fue trasladado a un portaviones y allí cubierto con una sabana fue arrojado al mar, en una ceremonia que intentaba cumplir los preceptos del Islam de enterrarlo antes de la 24 horas de su muerte.
Algo que ha desatado la ira entre los musulmanes ya que la ley islámica es muy clara, solo se pueden arrojar cuerpos al mar si la muerte sucede en un barco o por el peligro de descomposición del cadáver. Este acto es utilizado por los integristas para pedir venganza contra Estados Unidos y sus Aliados.
Pero la Casa Blanca no tenía tiempo de encontrar un país que enterrara al líder de Al Qaeda. Se le ofreció a Arabia Saudí, pero la autoridades de Riad se negaron a sepultarlo en su territorio. Washington también quería evitar que la tumba del líder terrorista se convirtiera en un santuario del integrismo más radical.
