Entre el bullicio de las estaciones de ferrocarril y el silencio de los 'hutones' -callejones tradicionales-, Pekín apura las últimas horas del calendario lunar antes de la llegada del Año del Cerdo, momento en el que la capital china se vacía de transeúntes y automóviles y la multitud de comercios echan el cierre.
Al tratarse de la época de reencuentro familiar más importante de China, en el Año Nuevo se produce un repunte vertiginoso en el número de viajes: las autoridades esperan unos 2.990 millones de desplazamientos entre el 21 de enero y el próximo 1 de marzo, un 0,6% más que el año pasado.
Durante ese tiempo, las grandes ciudades del país asiático, mecas de la migración durante décadas, se vacían, con millones de personas dirigiéndose a sus pueblos para reunirse de nuevo con sus seres queridos. Pero no todos tienen esa misma suerte: el ritmo frenético de Pekín obliga a muchos de sus habitantes a postergar -cuando no directamente anular- sus vacaciones, como Meng Xiangtian, una camarera de 21 años que no podrá volver a su provincia natal durante estas fiestas.
"Aquí no se descansa, porque la gente sigue viniendo a comer", comenta, con una sonrisa melancólica en el rostro. "Esa noche nos reuniremos los empleados del restaurante y cenaremos todos juntos", agregó. Su establecimiento, situado cerca del icónico Templo de los Lamas, comparte acera con decenas de pequeños comercios que aprovechan la también conocida como "Fiesta de la Primavera" para cerrar y disfrutar así de una de las celebraciones más simbólicas para los chinos, junto a la semana de fiesta nacional del 1 de octubre.
Con todo, no faltan quienes dedicarán la festividad a descansar sin moverse de Pekín. Es el caso de Leng Mei, que cerrará su tienda de ropa durante ocho días después de haber visitado a sus familiares en Shenyang, la capital de la provincia nororiental de Liaoning. "Mi marido y yo fuimos a Shenyang hace unos días para estar con mi familia. A él le toca trabajar durante la semana de Año Nuevo, así que el 4 de febrero -fecha de la 'Nochevieja' china- cenaré con él en su empresa", señala. Salpicando los alrededores del templo están los hutones, que en la víspera del Año Nuevo aparecen ornamentados con llamativos farolillos y carteles de color rojo a la entrada de las viviendas, decorados con mensajes de buena suerte y fortuna.
El silencio de estas callejuelas contrasta con la habitual muchedumbre del suburbano pequinés, que en los últimos días aparece atestado de viajeros con maletas rumbo a alguna de las cuatro estaciones de ferrocarril de la capital. Porque el tren continúa siendo el medio favorito de los chinos para desplazarse en Año Nuevo: solo durante este domingo se prevén 10,47 millones de viajes en ferrocarril, un aumento del 16,9% respecto a 2018. Nian Jiali y Yi Wan, una pareja de 20 años, solo cogerán el tren para visitar a unos amigos en Tianjin (150 kilómetros al este de Pekín).
Ambos se reunirán con su familia el 4 de febrero para comer 'dumplings' -un tipo de empanadilla china- y ver el tradicional programa de Nochevieja por televisión, aunque Yi tiene otros planes. "La noche de Año Nuevo veré un programa llamado 'Bai Nian Ji' ("Memorias del Año Nuevo chino"), que está pensado para que los jóvenes pasemos esa noche juntos por internet, interactuando y escribiéndonos", afirma la joven .
Una modernidad que, no obstante, ha provocado que para algunos se haya perdido la "esencia" del Año Nuevo. Así piensa Liu Guoying, una abuela pequinesa para la que esta fiesta ya no es lo que era. "El sentimiento del Año Nuevo no es el de antes. Ahora la relación entre familiares, amigos y vecinos no es tan estrecha. Y como ha mejorado tanto el nivel de vida y se puede comprar y comer de todo, la gente no espera con las mismas ganas la cena de Nochevieja". "Mi generación es la última que disfrutó el verdadero sabor del Año Nuevo", sentencia.