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Crisis nuclear

Doscientos jubilados, dispuestos a salvar Fukushima a costa de sus vidas

Yasuteru Yamada, de 72 años, se ha apuntado al Cuerpo de Veteranos especializados que intenta convencer al Gobierno nipón para que les dejen operar en la planta nuclear de Fukushima.

A sus setenta y dos años, Yasuteru Yamada está dispuesto a volver a usar el uniforme de ingeniero que llevó toda su vida hasta su jubilación. Esta vez para una misión muy importante. Yamada es uno de los doscientos ancianos que se han ofrecido a trabajar en la central de Fukushima para evitar que los más jóvenes se expongan al riesgo de la radiación nuclear.

Tres meses después de las explosiones el peligro sigue latente, y las malas noticias de la prensa sobre Fukushima le han conmovido. Dice convencido y tranquilo que, en caso de que la radiación le afectara, el cáncer tardaría entre 20 y 30 años en aparecer.

Toma esto como un trabajo más de su vocación. Por eso,  prefiere no ser comparado con los pilotos kamikazes que ejecutaron misiones suicidas durante la segunda guerra mundial. “No somos suicidas. Los kamikaze no hacían ninguna evaluación de riesgo. Iban a morir. Pero nosotros vamos a volver. Tenemos que trabajar, pero morir nunca” .

Michio Ito también se ha sumado al Cuerpo de Veteranos especializados que intenta convencer al Gobierno nipón para que les dejen operar en la planta nuclear. “No me considero especial, muchos japoneses tenemos este temor en el corazón y queremos ayudar. Para dar ese paso adelante hay que tener agallas”. No sólo agallas. Lo que está claro es que estos doscientos hombres han dejado el egoísmo a un lado para entregar a su país los últimos años de sus vidas.

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