El Trineo de Viento, comandado por el explorador Ramón Larramendi, ha culminado con éxito su travesía de casi 2.000 kilómetros; una ruta que le ha llevado a ascender 2.000 metros de altitud y que ha durado seis semanas. El equipo de cinco personas que han terminado este fin de semana la expedición Cumbre de Hielo Groenlandia 2016 llegó a Kangerlussuaq, en la costa suroeste de Groenlandia, tras unas últimas horas en las que se encontraron con grietas en el hielo que complicaron el final, pero que no impidieron su llegada a la meta prevista.
Durante la expedición, que tenía objetivos científicos y de exploración, se ha probado que el vehículo eólico, único en el mundo y diseñado por Larramendi, es capaz de navegar por los territorios árticos llevando dos toneladas de peso y hasta seis tripulantes.
Por primera vez, el Trineo de Viento, con unas dimensiones de 12 metros de largo por tres y medio de ancho, ha sido capaz de realizar una ascensión con vientos en contra, hasta llegar a los 3.240 metros de altitud, el ‘summit’. Desde allí, el equipo inició la bajada por la otra vertiente del ‘domo’ helado hasta las cercanías de la costa este, donde un helicóptero se acercó hasta el vehículo para el intercambio de parte de la tripulación y desde donde emprendieron la última fase del recorrido, que acabó este fin de semana. “Estamos muy satisfechos. Ha sido duro, por las condiciones climáticas, pero hemos conseguido los objetivos. Esperamos que esta expedición sirva de espaldarazo definitivo a este vehículo como herramienta para la exploración polar española e internacional”, señalaba a su llegada a Kangerlussuaq Ramón Larramendi.
La Expedición Cumbre de Hielo Groenlandia 2016, patrocinada por Tierras Polares y apoyada por la Sociedad Geográfica Española, partió el pasado 15 de mayo de España y comenzó en su navegación tras ser montado el trineo sobre el hielo en las cercanías de la localidad de Kangerlussuaq seis días después.
En la primera parte de la aventura, acompañaron al explorador Hilo Moreno, Ignacio Oficialdegui, Vicente Leal, la danesa Karin Moe Bojsen y Nacho García. Los cuatro últimos fueron relevados, como estaba previsto, tras 1.500 kilómetros de navegación por Manuel Olivera, Malik Milfeldt y Miguel Herrero.
Desde los primeros días del recorrido, Larramendi constató que el deshielo en el interior de Groenlandia se ha adelantado este año varias semanas, respecto a lo que vivió hace sólo dos años, en la Circunnavegación de Groenlandia de 2014. No sólo las temperaturas han sido más elevadas, sino que los vientos nocturnos polares que esperaban se han comportado erráticamente. En algunos momentos tuvieron que dividir el convoy de cuatro módulos en dos partes con dos equipos para poder seguir las ascensión a la cumbre.
En toda la ruta, los miembros de la expedición de Tierras Polares han recogido datos sobre las condiciones del hielo y la nieve, sobre la radiación cósmica para científicos del CSIC y de la Universidad de Alcalá de Henares.
Una vez en la cima del hielo, en la base científica norteamericana Summit Camp (o Summit Station), recogieron, asimismo, instrumental científico para otra investigación, en este caso liderada por el glaciólogo norteamericano Jason Box, del Servicio Geológico de Dinamarca. Con ese material, los expedicionarios han realizado perforaciones de 13,5 metros de profundidad en diferentes coordenadas geográficas del interior de Groenlandia para estudios sobre el cambio climático.
Tras superar la cima helada, la bajada a los alrededores de la costa sureste fue más rápida, superando en algunos momentos los 25 kms/h de velocidad con el convoy y sin incidentes importantes. Tampoco los hubo en el camino de vuelta hacia el oeste, los últimos 500 kilómetros. Los momentos más complicados para el Trineo de Viento tuvieron lugar en las últimas horas, cuando tuvo que atravesar una zona de grandes grietas que, tapadas por la nieve, convirtieron los últimos kilómetros en un ‘campo de minas’, afortunadamente sin consecuencias. En total, 1.870 kilómetros de recorrido.
Nada más aterrizar, Larramendi reconocía: “Esta expedición no ha sido fácil porque ha hecho demasiado calor, hasta varios grados sobre cero a 2.200 metros de altitud, y porque arrastrar 2.000 kilos de peso es todo un reto que nunca antes se había intentado, pero estamos felices y satisfechos de haberlo superado. Hemos ido arreglando los desperfectos sobre la marcha y superando las dificultades. Ningún otro vehículo podría haber seguido adelante en las condiciones en las que nosotros hemos recorrido el interior hielo. Se ha demostrado una vez más que la simplicidad y eficiencia del Trineo de Viento sigue siendo única para sacarle provecho científico”.