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UN ESCRITOR DE BOSTON, EN ESTADOS UNIDOS

La emotiva carta de un hombre a los médicos que cuidaron de su mujer hasta el final de sus días

Después de que su mujer muriera a los 34 años al sufrir un aniquilador ataque de asma, el escritor Peter DeMarco escribió una carta al personal de la unidad de cuidados intensivos del Hospital CHA Cambridge de Boston para agradecerles su labor.

El escritor de Boston, Estados Unidos, Peter DeMarco ha querido dar las gracias al personal médico que atendió a su mujer antes de que esta muriera solo con 34 años. Peter agradeció al personal de la unidad de cuidados intensivos del Hospital CHA Cambridge la ayuda que le prestaron en la peor situación de su vida.

El joven viudo comenzó la carta agradeciendo a amigos y familiares el apoyo que le mostraron en lo que resultó ser los últimos días de la vida de su joven mujer. Pero la lista de agradecimientos también incluyó a los médicos, enfermeras, especialistas respiratorios, trabajadores sociales, e incluso a la limpieza de los miembros del personal que se preocupaban por su mujer Laura Levis.

La emotiva carta recogida en el New York Times ha emocionado en las redes sociales:

"Al comenzar a contar a mis amigos y familiares sobre los siete días que trataron a mi esposa, Laura Levis, en lo que resultó el final de su corta vida. La lista incluye a los médicos, enfermeras, especialistas respiratorios, trabajadores sociales, incluso a las personas de la limpieza, a todos los miembros del personal que se preocupaban por ella.

Todos y cada uno de vosotros tratasteis a Laura con tanta profesionalidad y amabilidad a ella, que yacía inconsciente. Cuando necesitaba pinchazos, os disculpabais aunque no os pudiera oír. Cuando la tapabais, no solo porque hiciera frío también cuando estaba más fresca la habitación para que así pudiera dormir mejor.

Os importaban tanto sus padres, les ayudabais incluso a reclinar su sillón, a buscar agua y respondíais a cada pregunta con tanta paciencia. Mi suegro, que es médico también, se sentía que estaba implicado en el cuidado. No puedo explicaros lo importante que esto es para él.

Y entonces está cómo me tratasteis a mí. ¿Cómo podría haber encontrado la fuerza sin vosotros?

¿Cuántas veces entrasteis en la habitación y me visteis con mi cabeza sobre su mano e hicisteis vuestro trabajo sigilosamente para parece invisibles? ¿Cuántas veces me ayudasteis a estar lo más cerca de ella posible entre todos los cables que había?

¿Cuántas veces comprobasteis si necesitaba algo, comida, bebida, ropa, una ducha o una explicación sobre lo que pasaba o simplemente alguien con quien hablar?

¿Cuántas veces me abrazasteis y me consolasteis cuando me quedé en pedazos, o preguntasteis sobre la vida de Laura y la persona que era, tomasteis un momento para mirar sus fotos o leer las cosas que había escrito sobre ella? ¿Cuántas veces tuvisteis que dar malas noticias con palabras de compasión y tristeza en los ojos?

Cuando necesitaba utilizar un ordenador para un correo electrónico de emergencia, lo hicisteis. Cuando metí a mi gato de contrabando para una visita muy especial.

"Recordaré esa última hora el resto de mi vida"

O esa noche especial en que me distéis el control y pude llevar a 50 personas de la vida de Laura, desde amigos hasta compañeros y alumnos. Una muestra de amor que incluyó música, baile y nuevas revelaciones sobre cuán profundamente mi mujer tocó a otras personas. Fue la última gran noche de nuestro matrimonio juntos, para los dos, y no hubiera sido posible sin su apoyo.

En el último día, mientras esperábamos a que la cirugía para la donación de órganos de Laura, lo único que quería era estar a solas con ella. Pero la familia y amigos seguían llegando para decir adiós. Finalmente, todos se habían ido, y yo estaba emocionalmente y físicamente agotado, con necesidad de una siesta. Por lo que pedí a sus enfermeras, Donna y Jen, si podían ayudarme a configurar el sillón reclinable, que era tan incómodo. Tenían una idea mejor.

Me pidieron salir de la habitación por un momento, y cuando volví, habían desplazado a Laura al lado derecho de la cama, dejando suficiente espacio para que me metiera con ella una última vez. Le pregunté si podían darnos una hora sin una sola interrupción, y asintieron con la cabeza, cerrando las cortinas y las puertas y apagando las luces.

Acurruqué mi cuerpo contra el suyo. Se veía tan hermosa, le acaricié el pelo y la cara. Puse mi cabeza en su pecho, con la sensación de subir y bajar con cada respiración, con sus latidos del corazón en mi oído. Era nuestro último momento.

Recordaré esa última hora el resto de mi vida. Fue un regalo más allá de todos los regalos, les doy las gracias a Donna y a Je.

Con eterna gratitud y amor,

Peter DeMarco".

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