En Marruecos, Mrirt y toda su región vecina, de cultura bereber, se conocen como "la fortaleza del ateísmo", y es famosa por su tolerancia religiosa y moral. Por eso, ha sorprendido más que en ninguna parte que cuatro chicos del pueblo hayan cometido en nombre del "Daesh" (acrónimo en árabe de Estado Islámico) la matanza de Barcelona.
Desde el pasado viernes, nadie habla de otra cosa en Mrirt, y más teniendo en cuenta que hay miles de emigrantes del pueblo establecidos en España desde hace décadas, desde Almería hasta Gerona, pasando por Murcia.
En el barrio de Tahayauit viven todavía los abuelos de Younes Abouyaaqoub, de 22 años y tal vez el hombre más buscado de Europa después de que la policía española lo considere sospechoso de conducir la furgoneta que el pasado jueves mató a 13 personas e hirió a un centenar en La Rambla de Barcelona.
La abuela, Cherifa Hicham confiesa que no entiende nada.
"Mis nietos son buenas personas, como cualquier chico de su edad, les ha pasado algo extraño, gente rara que ha entrado en contacto con ellos", reflexiona, antes de recordar que fue en marzo la última vez que vio a Yunes, cuando la visitó "solo dos días" y llegó en una gran moto.
Un vecino asegura que con esa moto viajó hasta Aghbala (unos 70 kilómetros al sur) a reunirse con los hermanos Oukabir, también de la mis célula terrorista que se gestó en el municipio de Ripoll (Gerona).
Dice la abuela que el padre de los dos chicos, Omar Abouyaaqoub, un hombre que emigró a España en 1998 para hacer cuatro años después la reagrupación familiar y llevarse a sus hijos aún pequeños, la ha llamado desesperado desde Ripoll: "Se siente totalmente perdido, ya no sabe qué hacer en España".
Son varios los emigrantes que trataron a Omar en España y lo definen como "un hombre abierto y que bebía vino", algo impensable en el islam; las mismas palabras que repiten los que también conocieron a Ghazi, el padre de los hermanos Hychami.
Sin embargo, Hasan Sbai, hoy abogado en Mrirt y que residió en Ripoll entre 2005 y 2007, tiene otra tesis. Él ejerció en la localidad catalana como carnicero en el único establecimiento "halal" del pueblo, y eso le permitió conocer a prácticamente toda la comunidad marroquí.
"La mayoría de emigrantes que llegan son analfabetos o muy incultos, tienen muy difícil la integración, y tratan de inculcar a sus hijos su identidad con mensajes como 'sois diferentes, no sois como ellos', lo que al final los hace replegarse y ser receptivos a mensajes extremistas".
Además -reflexiona-, está el problema de los imanes: "¿Por qué España no elige a los imanes entre gente formada y tolerante, y en lugar de eso permite que los fieles con su dinero paguen a cualquier charlatán que dice conocer el Corán?", añade Sbai en alusión al posible liderazgo de la célula terrorista por parte de un imán.
Udri Mazig, un sindicalista y estudioso del fenómeno de la emigración en Mrirt, establecido en España desde hace 18 años, incide en el mismo problema: "Las mezquitas en España son más radicales que en Marruecos porque no tienen control, como sucede en el país magrebí, y casi cualquiera puede erigirse en imán".
En casa de los Abouyaaqoub no caben tantas disquisiciones, pero el dolor por las noticias llegadas desde España (un nieto huido y otro abatido en Cambrils) es muy hondo, y aun así el dolor no impide la rabia a la tía de los chicos, Fátima, espetar: "Si es verdad que son culpables, los repudiamos y que hagan con ellos lo que quieran. ¡como si los matan!", exclama.