Este lunes comienza el juicio contra Anders Breivik, el autor confeso de las masacres de Oslo y la isla de Utoya el pasado 22 de julio en las que murieron 77 personas, la mayoría de ellas adolescentes, y que prestará el martes declaración en un proceso que contará con la presencia de más de 800 periodistas de todo el mundo.
Breivik ha reconocido la autoría de los crímenes pero con toda probabilidad no reconocerá su culpabilidad de los hechos ante el tribunal. Lo que hará sera dar testimonio preciso de la ejecución de su plan, que comenzó con la colocación de una bomba cerca de la sede de Gobierno en Oslo, que acabó con la vida de ocho personas.
Después, Breivik se dirigió a un campamento de verano de las Juventudes Laboristas en Utoya donde, disfrazado de Policía, acribilló a 69 personas, la mayoría de ellas adolescentes.
"Breivik no solo explicará sus actos. Va a declarar que lamenta no haber llegado más lejos", declaró el abogado defensor de Breivik, Geir Geir Lippestad, quien ha advertido a los noruegos de que se preparen ante lo que será un testimonio "duro y exigente". Muchos ciudadanos temen que Breivik aproveche la notoriedad del caso para volver a divulgar durante el juicio su ideario xenófobo.
"Es un triste efecto secundario que el juicio le proporcione un micrófono para proclamar sus ideas. Para las víctimas, esto va a recordarles el dolor que sufrieron", lamenta el director del Centro para Crisis Psicológicas, Atle Dyregrov.
El propio Breivik ya anticipó esta situación en el manifiesto de 1.500 páginas que escribió y colgó en Internet antes de cometer los crímenes. "Tu detención", se decía a sí mismo, "marcará el inicio de una fase de propaganda, y tu juicio te ofrecerá un escenario ante todo el mundo". El caso, según Breivik, "ofrece una oportunidad única para explicar la idea del manifiesto, y el tribunal parecerá un circo".
La comparecencia de Breivik va acompañada de un debate sobre su estado mental que será clave a la hora de estipular su sentencia. Existen dos informes psiquiátricos con conclusiones conflictivas. El primero le declara enajenado, pero el segundo que se completó hace una semana rechazó este dictamen y no halló pruebas de psicosis.
El tribunal deberá determinar cual de los dos acepta, y si Breivik es declarado cuerdo, podría ser condenado a una pena máxima de 21 años de cárcel, pero la sentencia podría ampliarse si se entiende que sigue siendo un peligro para la sociedad. Sin embargo, si se determina su inestabilidad mental, será encerrado en una institución psiquiátrica indefinidamente, sujeto a una revisión periódica.