Orillas del río Tíber

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TRAS LOS RECORTES EN LIMPIEZA

Los excrementos de estorninos se acumulan en las calles de Roma

La ciudad se tiñe de negro este mes de noviembre debido a los estorninos. Estos pájaros decoran de belleza el cielo italiano y de heces los suelos romanos.

Pasear por las orillas del río Tíber durante la temporada migratoria de los estorninos se ha convertido en una actividad de alto riesgo, después de que el Ayuntamiento de Roma haya recortado 100.000 euros destinados a limpiar la gran cantidad de excrementos que dejan estos pájaros.

La ciudad de Roma se tiñe improvisadamente de negro cuando sincronizadas bandadas de estorninos, con sus cantos gregarios, se mueven como manchas de aceite en los cielos romanos. Una belleza para el cielo romano, pintado por el vuelo armonioso de miles estorninos, pero un desastre ecológico para los suelos de la capital, que quedan destrozados ante el paso de estas aves.

Y es que en las zonas cercanas al río se acumulan grandes montañas de heces de estas aves que han provocado accidentes de tráfico -sobre todo de motoristas- y resbalones de transeúntes que, para esquivar las defecaciones de los estorninos, llevan el paraguas abierto aunque no llueva. Tras los recortes en limpieza, la situación ha suscitado un gran malestar entre los habitantes cercanos a la ribera pues, según relatan, no se puede caminar por las aceras y se tienen que bajar al arcén para evitar pisar los excrementos.

Tampoco es inusual ver a los vecinos calzados con botas de agua, sosteniendo hojas de periódico para esquivar "la lluvia" provocada por estas aves o incluso se puede observar como muchos de ellos se acercan las bufandas y pañuelos a la nariz para mitigar el hedor. "Esperar al autobús o bajar del coche se ha convertido en una pesadilla", afirmó Manuela Di Carlo, vecina del barrio Trastevere, a orillas del río Tíber, según la cual a partir de las cuatro de la tarde es imposible salir a la calle porque, "seguro que te cae algún excremento en la cabeza".

Esta acumulación de inmundicia no es plato de buen gusto tampoco para los turistas, que atraídos por los encantos de la zona, como la isla Tiberina, la Sinagoga o el mismo barrio de Trastevere, no pueden dejar de mirar con repugnancia estas cantidades acumuladas de escrementos. Muchos de ellos, entre risas, se paran a fotografiar los coches "decorados" por las heces hasta no reconocer siquiera su color original.

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