Guerra ruso-ucraniana

Los fallos en la poderosa ojiva nuclear rusa muestran las flaquezas de un Ejército mermado

El ensayo nuclear que hizo Rusia con el todopoderoso submarino K-329 Belgorod resultó un fiasco en toda regla. Estados Unidos piensa que es un farol y que Rusia está exhibiendo sus debilidades.

Imagen de un misil

Imagen de un misilPixabay

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Hace varias semanas, el ensayo del poderoso submarino K-329 Belgorod puso en alerta a toda la comunidad internacional. Rusia acababa de sacar su arma más temida, conocida como 'Poseidón', y hacía saltar todas las alarmas sobre la posibilidad de que se empleara esta temida arma nuclear en la guerra ruso-ucraniana. Pese a lo elevada que fue la amenaza, finalmente no hubo nada que lamentar e incluso la prueba que Rusia pretendía realizar salió mucho peor de lo que esperaban.

Esta poderosa ojiva nuclear era la más temida e incluso se la conocía como 'el torpedo del juicio final', puesto que tenía una capacidad destructiva nunca vista. Sin embargo, las pruebas terminaron siendo un desastre. Estados Unidos sospecha que Rusia se está tratando de marcar un farol y que, verdaderamente, no tienen ese potencial que asegura, o que incluso este arma no esté tan avanzada como han asegurado desde el Kremlin en más de una ocasión.

Aunque esta tecnología puntera no ha sido probada eficazmente en una guerra, hay rumores de que Rusia tampoco tiene un especial interés en utilizarla por la posibilidad de que se le vuelva en su contra, más aún teniendo en cuenta que Ucrania y Rusia son países limítrofes. El motivo de la espera estaría basado en saber si el arma es tan eficaz como el Kremlin considera, algo para lo que es necesario emplear toda la tecnología disponible a su alcance.

Crece el descontento con Putin

La retirada de Jersón ha sido el detonante para que los altos mandos del Kremlin exploten contra Vladímir Putin. Muchos acusan al presidente ruso de improvisar, de estar mandando a los soldados a una muerte garantizada, y de no tener ningún plan en mente para poder hacer efectiva su idea de vencer en la guerra de Ucrania. Aunque la disidencia crece, todavía nadie se ha atrevido a dar un golpe sobre la mesa para pedir orden en esta cuestión.

Rusia empieza a reconocer abiertamente que su economía está maltrecha y que sus tropas están sufriendo más bajas de las que esperaban, en lo que supone un pulso a Vladímir Putin, quien, como presidente de Rusia, se ha comprometido a garantizar la supremacía de su país en todos los ámbitos posibles. Lejos de conseguirlo, Putin tiene enfrente a voces cada vez más críticas, y sin garantías de que pueda siquiera plantar cara ya a Ucrania.

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