El temor a una contaminación radiactiva se extendió hoy en Japón después de que las autoridades admitiesen un incremento del nivel de yodo en el agua de Tokio y recomendasen no comer verduras cultivadas cerca de la planta nuclear de Fukushima.
El Gobierno japonés insistió en que no hay un riesgo inmediato para la salud pero al tiempo aconsejó dejar de consumir espinacas, col o brécol de la provincia de Fukushima, donde se encuentra la inestable central que, doce días después del devastador tsunami, sigue sin lograr refrigerar sus seis reactores. Más alarmante fue la admisión, por parte del gobierno metropolitano de Tokio, de que los niveles de yodo radiactivo en el agua de la capital japonesa habían superado los límites permitidos para niños menores de un año, por lo que recomendó a los padres que no la administren en biberones y otras fórmulas.
Una vez más, las autoridades volvieron a pedir calma y aseguraron que el consumo de agua del grifo de la capital nipona no supone ningún riesgo inmediato para la salud, ni en el caso de los bebés, y que los adultos pueden beberla sin problemas. Pero, al momento, las redes sociales se llenaron de mensajes de tokiotas que salieron de sus trabajos a los combini (tiendas 24 horas) para comprar agua embotellada, cuyas existencias se agotaron en muchos comercios.
El alcalde de Tokio, Shintaro Ishihara, pidió "calma" y "sensatez", mientras el omnipresente portavoz del Gobierno, el ministro Yukio Edano, reclamaba a la población que no hiciese acopio de botellas de agua mineral. Una concentración de yodo de 210 becquerel por kilo se detectó en la planta de Kanamachi, que surte al centro y oeste de la capital japonesa, por encima del límite de 100 becquerel por kilo considerado seguro para los bebés pero inferior a los 300 becquerel de los adultos.
Además de la alerta sobre el agua, el Gobierno restringió hoy la distribución de once verduras de Fukushima en las que se detectaron niveles de radiación excesivamente altos, entre ellos brécol, espinacas, repollo o nabo. También ordenó detener la distribución de leche y perejil en la vecina provincia de Ibaraki por el mismo motivo, aunque volvió a insistir en que es una medida de precaución porque el consumo de estas verduras no supone un riesgo inmediato para la salud.
Según el Gobierno nipón, si una persona ingiere cien gramos de alimento con la mayor concentración de material radiactivo detectada hasta el momento durante diez días, recibiría una radiación equivalente a la mitad de la exposición natural al medio ambiente durante un año. Un consumo prolongado, sin embargo, haría que el volumen de radiación recibida excediese los niveles considerados normales y podría perjudicar la salud. El temor a la contaminación alimentaria se produjo mientras prosiguen los esfuerzos para estabilizar la central de Fukushima, donde de la pasada noche se logró devolver la electricidad a la sala de control del reactor 3.
Éste está considerado uno de los más peligrosos, pues funciona con una mezcla de uranio y plutonio muy contaminante. Pese al avance en el suministro eléctrico, los trabajos de refrigeración en esta unidad tuvieron que ser temporalmente suspendidos por la tarde a causa del humo negro que comenzó a ascender del lugar, y que obligó a evacuar provisionalmente a los trabajadores en esa zona. En la planta nuclear de Fukushima trabajan desde hace doce días empleados de Tokyo Electric Power (TEPCO), operadora de la central, junto con militares y equipos de bomberos desplazados desde Tokio y Osaka.
Todos ellos actúan en duras condiciones, a veces a oscuras, cubiertos con trajes y máscaras protectoras y a pocos metros de los edificios de los inestables reactores, según mostró hoy un vídeo transmitido por la televisión pública NHK. La planta nuclear de Fukushima resultó seriamente dañada a causa del fuerte terremoto de 9 grados Richter sucedido el pasado día 11 de marzo en el noreste de Japón, que provocó un devastador tsunami y causó al menos 9.408 muertos y 14.716 desaparecidos, según el último recuento policial.