El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong Un, se han estrechado la mano este martes a primera hora de la mañana a su llegada al Hotel Capella, en la isla singapurense de Sentosa, al inicio de una histórica cumbre que brinda a las partes la posibilidad de acabar de forma pacífica con la amenaza nuclear.
El esperado cara a cara, en el que sólo han participado los protagonistas y sus respectivos traductores, ha empezado poco después de las 9.00 (hora local) y ha durado aproximadamente 40 minutos, según ha recogido la cadena de noticias CNN.
Posteriormente, ambos dirigentes han acudido a un encuentro bilateral ampliado que ha finalizado sobre las 11.30 (hora local) y ha dado paso a una comida de trabajo.
Trump, que se ha sentado junto al secretario de Estado, Mike Pompeo, el jefe del Estado Mayor del Ejército, John Kelly, y el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, ha destacado que está "deseando trabajar" con Kim. "Tendremos éxito", ha insistido.
A la reunión han asistido también el vicepresidente del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, Kim Yong Chol -que entregó a principios de junio una carta de Kim a Trump-, el ministro de Asuntos Exteriores del país, Ri Yong Ho, y el director de Relaciones Internacionales del partido, Ri Su Yong, que también fue exministro de Exteriores entre 2014 y 2016.
El dirigente estadounidense, que ha calificado de "honor" la posibilidad de reunirse con Kim, ha intercambiado unas pocas palabras con el dirigente norcoreano tras estrecharle la mano y ha expresado que se "siente muy bien" y que espera que la cumbre sea "un todo un logro".
Además, ha aventurado que, "sin duda", ambos tendrán "una relación fantástica a partir de ahora" dado que el encuentro "va muy bien". "Juntos vamos a solucionar un gran problema, un gran dilema", ha añadido, según ha recogido la agencia de noticias Yonhap.
Kim, por su parte, ha asegurado que el camino para llegar a las conversaciones "no ha sido fácil" y que los dos han tenido que enfrentarse a numerosos "obstáculos" y "prejuicios" para hacer posible el encuentro.
"No ha sido sencillo llegar aquí. El pasado no nos ha dejado avanzar y las viejas prácticas y prejuicios nos han cegado, pero hemos sido capaces de sobreponernos a todo y llegar aquí hoy", ha manifestado Kim, que ha destacado que el cara a cara parece sacado de "una película de ciencia ficción".
"Creo que el mundo entero está viendo este momento. Muchas personas pensarán que esto es algún tipo de fantasía inaudita", ha bromeado el dirigente, que ha expresado que la cumbre es "un buen preludio para la paz".
A la comida de trabajo se han sumado la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders; el embajador estadounidense en Filipinas, Sung Kim -quien fuera embajador en Corea del Sur y representante estadounidense en las conversaciones a seis bandas-, y el director para Asia del Consejo de Seguridad Nacional, Matt Pottinger.
Hacia la desnuclearización
La expectativa ante la cumbre es que esta sirva de punto de partida hacia un proceso de desnuclearización de la península de Corea y un futuro tratado de paz. No obstante, el resultado de la cumbre es, a todas luces, incierto dado el carácter de los mandatarios.
Después de que la retórica belicista entre ambos, que intercambiaron amenazas y apelativos despectivos durante meses en 2017, llegara a lo que parecía un punto de no retorno, la cumbre entre los dos países, la primera desde el fin de la guerra de Corea (1950-53), supone todo un hito.
El presidente estadounidense ha defendido que el cambio mostrado por Kim obedece a la presión ejercida mediante sanciones por parte de la comunidad internacional.
No obstante, el pasado 24 de mayo el propio Trump anunció que la cumbre de Singapur se cancelaba por el tono de "abierta hostilidad" mostrado por el dirigente norcoreano a raíz de unas declaraciones del vicepresidente, Mike Pence, sobre la posibilidad de que Corea del Norte acabase como Libia, cuyo líder, Muamar Gadafi, fue asesinado durante el levantamiento popular en su contra.