Ocho meses después de la muerte por sobredosis de Eboney Cheshire, una niña de 13 años de Reino Unido, en su casa todo sigue intacto: su abrigo continúa en la misma posición y los regalos que su madre le había comprado por su cumpleaños siguen sin abrir.
La vida de Kerry Williams, de 40 años, dio un vuelco de un día para otro. La madre de Eboney llegó de trabajar y se encontró a su hija sentada en el sofá con el abrigo todavía puesto y mandando mensajes con su teléfono móvil. Fue entonces cuando ambas mantuvieron una discusión por el estado de la casa. En ese momento, la adolescente se marchó a su habitación y su madre se puso a hacer las tareas del hogar.
Ya por la noche, cuando Kerry estaba en la cama a punto de dormirse, escuchó un ruido que venía de la habitación de su hija. En un principio pensó que estaría haciendo cualquier cosa con su teléfono móvil pero tras escucharlo otra vez supo que algo estaba pasando.
"Estaba en la oscuridad con su pijama. Su teléfono estaba en el otro extremo de la habitación y sus ojos se le iban. Estaba teniendo un ataque", explica la madre, que cuenta que los médicos hicieron todo lo posible por salvarle la hija.
Williams se desmayó en el hospital y cuatro horas más tarde, cuando despertó, su hija estaba muerta: su mundo se venía abajo.
Su pequeña, a la que describe como increíble, extremadamente divertida, graciosa y leal había muerto a causa de una sobredosis de MDMA, según revelaba la autopsia. Ahora la madre, rota de dolor, pide cualquier tipo de ayuda para saber qué pasó con su hija porque duda que la adolescente tomara éxtasis por su propia elección.
Una cámara de seguridad grabó a la joven comprando comida y bebida en una tienda media hora antes de que su madre llegara a casa, que es cuando se cree que pudo haber estado en contacto con la droga.
"No creo que Eboney haya quedado con alguien, tomado éxtasis y vuelto a casa. Creo que tiene que haber algún tipo de influencia. He tratado de ver diferentes escenarios pero no puedo llegar a ninguna conclusión más allá de que alguien se lo diera", asegura la madre, que incluso ha llegado a culparse a sí misma por lo sucedido.
"Mi corazón se rompe todos los días. Eboney tenía solo 13 años cuando perdió la vida y esa noche me persigue todos los días. ¿Por qué no pude haberla salvado?", se pregunta Williams, que se lamenta por la última conversación que mantuvo con su hija: "¿Por qué no fueron mis últimas palabras 'te amo' antes de que se fuera a la cama? Cada noche rezo para que ella venga a mí en mis sueños. Mi bebé tenía solo 13 años, era vulnerable, no era una adolescente traviesa, quería ser doctora para salvar la vida a la gente porque tenía un gran corazón", añade la madre.
En un intento desesperado por saber qué pasó, Williams pide que se le comunique cualquier tipo de información que pueda ayudar a esclarecer la muerte de su hija.