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Cómplice de 170.000 muertes
Muere el último condenado por los crímenes nazis de Auschwitz sin haber llegado a entrar en prisión
Reinhold Hanning falleció a los 95 años cuando tenía aún pendiente de resolución por parte del Tribunal Supremo el recurso presentado contra esa sentencia, tanto por la defensa como por la acusación particular. Fue condenado a cinco años por complicidad en la maquinaria de la muerte que fue Auschwitz, donde sirvió como miembro de las SS durante unos meses.
El guarda del campo de extermino de Auschwitz Reinhold Hanning ha muerto con 95 años en Detmold (centro de Alemania), la misma ciudad donde en junio de 2016 fue condenado a cinco años de cárcel por complicidad en los crímenes del nazismo.
Hanning falleció el pasado martes, informó este jueves su abogado, cuando tenía aún pendiente de resolución por parte del Tribunal Supremo el recurso presentado contra esa sentencia, tanto por la defensa como por la acusación particular.
Su fallecimiento se produce un año después de cerrarse el juicio contra él, uno de los últimos grandes procesos instruidos en Alemania por los crímenes del nazismo, apuntalado en el principio de que los asesinatos no prescriben.
Hanning fue condenado a cinco años por complicidad en la maquinaria de la muerte que fue Auschwitz, donde sirvió como miembro de las SS durante unos meses. Auschwitz fue el mayor y más mortífero campo de exterminio nazi, construido en la Polonia ocupada por el Tercer Reich y donde se estima que fueron asesinados 1,1 millones de personas.
Nadie que sirviera en ese lugar puede sostener no haber visto sus cámaras de gas, sus crematorios o no haber visto morir en ellos, o de hambre o enfermedad, a sus confinados, constató la sentencia. La condena explicitaba, asimismo, que a Hanning no se le condenaba como parte de un colectivo, sino por su culpa individual en el Holocausto.
Al procesado, de 23 años cuando entró a servir a Auschwitz, se le declaró culpable de complicidad en la muerte de los 170.000 presos asesinados en el campo entre enero a junio de 1943, el periodo en que sirvió ahí como guardia.
Hanning asistió a todo el proceso en silla de ruedas y escuchó en silencio la sentencia, aunque en una de las vistas del juicio admitió su vergüenza por no haber intervenido ante el horror de lo que veía.
La Audiencia admitió como atenuantes su avanzada edad, el tiempo transcurrido desde los hechos -más de 70 años- y también el arrepentimiento demostrado ante los supervivientes y familiares de víctimas que formaban la acusación particular.
Fue un exponente de justicia tardía contra los llamados cómplices del nazismo, posibilidad abierta a raíz de la condena dictada en Múnich (sureste de Alemania) en 2011 contra el ucraniano John Demjanjuk, a quien se había extraditado desde Estados Unidos, donde se exilió tras la derrota del Tercer Reich aparentando haber sido víctima de los nazis.
Su extradición estuvo precedida por un aparatoso tira y afloja judicial en el que sus familiares agotaron todos los recursos contra su entrega a las autoridades alemanas.
A Demjanjuk, antiguo guardia voluntario de Sobibor, se le juzgó por complicidad en 28.000 asesinatos en ese campo de concentración nazi, asimismo en la Polonia ocupada. Como Hanning, el entonces condenado murió unos meses después de escuchar la sentencia de cinco años de cárcel sin haber ingresado en prisión para cumplir su condena.
En ambos casos, como en otros procesos abiertos en los últimos años en Alemania por cargos similares, las condenas son meramente simbólicas, dado la avanzada edad de los encausados.
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