Para
este proyecto, un grupo de científicos australianos y estadounidenses colocaron
unos dispositivos digitales no invasores, que contienen sensores
tridimensionales de movimiento y una cámara en un grupo de ballenas en la
Península Antártica.
Estos
dispositivos registran a través de los sensores los movimientos de las ballenas
así como el tiempo y la profundidad de cada inmersión, son colocados por 24 o
48 horas antes de ser retirados para ser usados de nuevo en otros ejemplares.
Según
los estudios una gran cantidad de ballenas parecen congregarse en varios
lugares como la Bahía Wilhelmina, la Ensenada Cierva, la Bahía Fournier y el
Canal Errera, para alimentarse durante semanas.
La
información permite reconstruir la forma en la que las ballenas se alimentan
debajo del agua y determinar "si los cambios en la población de krill por
el cambio climático, la pesca comercial o la acidificación del océano puede
impactar en las ballenas en el futuro", dijo el experto estadounidense Ari
Friedlaender.
Otra
de las investigadoras que participó en el estudio, Elanor Bell, remarcó que la
información es valiosa en la medida en que se conoce poco sobre los patrones de
alimentación de las ballenas minke.
"Las
minke son más rápidas y escurridizas que las ballenas jorobadas y a menudo
buscan alimentos en áreas con mucha agua congelada. Esto hace más difícil que
nos podamos acercar para desplegar equipos de rastreo", comentó.
Las
cámaras también captaron imágenes sobre la vida social de las ballenas y la
fuerza con la que exhalan para limpiar las aguas congeladas y poder respirar. "Hemos
podido apreciar que las ballenas destinan mucho tiempo durante el día a la
socialización y al descanso mientras que se alimentan en gran medida por las
noches".
Este estudio fue auspiciado por la Comisión Ballenera
Internacional y la Asociación de Investigación del Océano Antártico (IWC-SORP,
siglas en inglés) para mejorar la protección de las áreas de alimentación de
las ballenas.