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Han sobrevolado durante horas la bocacha del maldito volcán. Con su falcón científico se han acercado a tres kilómetros del cráter. Cargados con sensores y equipos de medición, han tomado las dimensiones del volcán, la actividad en su interior, y el nivel de agresividad de la lava. Explican los pilotos: "Al sobrevolar el volcán hemos utilizado un instrumento con luz que nos permite ver el interior del crater. Las mediciones nos confirman que la nube de cenizas tienen un grosor de cinco kilómetros".
No son tan dañinas, pero sí preocupantes. Con todas estas mediciones el equipo de científicos alemanes tomaron tierra para volcar todos los datos. Las conclusiones son claras: el volcan islandés sigue muy activo, y creen que aún estára mucho tiempo llorando cenizas.
La nube que mide nueve kilómetros de larga, está estabilizada. Pero advierten que es una cuestión meteorológica. Que la masa de cenizas se moverá dependiendo del viento. "La nube está estabilizada, pero es todavía muy fuerte, muy gruesa. En el momento en que cambie la dirección del viento hacia el sur, habrá que volver a cerrar los aeropuestos de Islandia", nos dicen.
Pero no todo es negativo. Estos científicos han comprobado que las cenizas no son demasiado tóxicas para el cuerpo humano. Pero que su intensidad es tan espectacular que se pueden observar desde 200 kilómetros.
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