Las primeras sensaciones al conocer que Estados Unidos había asesinado a Osama Bin Laden fueron las felicitaciones por la excelente cooperación entre la potencia y Pakistán, uno de sus aliados. Pero, según van pasando las horas, la duda se cierne sobre la fidelidad de este país, que recibe 1.300 millones de dólares anuales de la administración americana.
El líder de Al Qaeda no vivía en una cueva. Tampoco en las montañas. Vivía en una lujosa mansión en uno de los barrios más selectos de Abbottabad, a tan sólo 50 kilómetros de Islamabad, la capital del país. Parece que cuando los servicios secretos descubrieron el paradero de su enemigo número uno, buscado desde hace más de diez años sin éxito, su reacción fue de absoluta incredulidad. La enorme cooperación existente entre ambos gobiernos en la lucha contra el terrorismo hacía imposible que, durante tanto tiempo, Bin Laden estuviera escondido en plena boca del lobo.
EEUU pide explicaciones
El Comité de Inteligencia del Senado espera que la CIA ofrezca nuevos datos sobre la operación en Abbottabad, sobre todo en lo relativo al conocimiento y colaboración de las autoridades paquistaníes. A pesar de la enorme cooperación, la CIA reconoce que no desveló a Pakistán su plan por miedo a filtraciones.
Pakistán no ha tardado en pronunciarse. Lamenta que se haya violado su territorio sin saberlo y asegura que no conocía el paradero del enemigo número uno de Estados Unidos. "Admito que fracasamos al no saber que Bin Laden estaba en ese recinto, pero durante diez años hemos estado ofreciendo información de inteligencia", afirmaban desde la Agencia de Inteligencia paquistaní.
"Estamos luchando y pagando un precio realmente alto para combatir el terrorismo y el extremismo, peleando no solo por Pakistán sino por la paz de todo el mundo", se defendían fuentes de esa misma agencia, en consonancia con las palabras de algunos políticos estadounidenses, que creen que no se debe culpar al gobierno paquistaní de lo que parece un fallo en los servicios de inteligencia.
Bajo el escrutinio internacional
No sólo Estados Unidos ha puesto la mirada sobre Pakistán, también lo han hecho el resto de países afectados por lo que podría ser un peligroso doble juego que pondría en peligro los avances para acabar con el terror internacional sembrado por las franquicias de Al Qaeda.
La Casa Blanca quiere conocer hasta el último detalle de lo que está detrás de esta operación que ha puesto fin a la vida del terrorista más buscado por Occidente, pero no con su organización, Al Qaeda, sobre la que ya sobrevuelan aires de sucesión.