El papa Francisco veneró este domingo y realizó la ofrenda floral, por primera vez en su pontificado, a la imagen de la Inmaculada Concepción en la plaza de España de Roma, un acto por el que los romanos se echaron a la calle para ver a su Obispo y en el que la embajada de España ante la Santa Sede abrió sus puertas.
A lo largo de la jornada, diversas instituciones y ciudadanos italianos colocaron flores a los pies de la Virgen Inmaculada que corona un obelisco de nueve metros de altura, pero los primeros en hacerlo fueron los bomberos de Roma que mediante una escalera alcanzaron la imagen de la Virgen y le colocaron una corona de flores en la mano derecha. El último en realizar la ofrenda floral fue el papa Francisco que, como es tradición, colocó en la base del obelisco una gran franja de rosas blancas y amarillas, los colores de la bandera vaticana.
El papa Francisco salió del Vaticano a bordo del automóvil Ford Focus que utiliza habitualmente y se paró para rezar en la iglesia de la Santísima Trinidad (la conocida como Trinitá dei Monti), donde recibió el homenaje de "la asociación de comerciantes de Via Condotti", donde se concentran las tiendas más lujosas de Roma. Al llegar a la plaza de España, Francisco, ataviado con abrigo blanco y visiblemente resfriado, recorrió a pie parte de la plaza y antes de alcanzar el obelisco, saludó al alcalde de Roma, Ignazio Marino, y al cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini.
Después, el pontífice se intercambió el solideo con un joven sacerdote en un tarde que amenazaba lluvia. Sobre una alfombra colocada en plena calle, el papa rezó una plegaria a la Inmaculada, a la que siguieron cantos religiosos, el Ave María, y la bendición papal. Una vez finalizado el acto de la Inmaculada, Francisco saludó a los miembros de la legación española, encabezada por el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Saéz de Buruaga. El pontífice dedicó más media hora a besar y a abrazar a numerosos discapacitados de la asociación Unitalsi, Unión Nacional Italiana de Transporte de Enfermos a Lourdes y Santuarios Internacionales, que aguardaban su paso en primera fila junto a enfermeras y voluntarios.
Por su parte, la embajada de España ante la Santa Sede situada frente a la Inmaculada abrió sus puertas a los españoles residentes en Roma y recibió también la visita de autoridades eclesiásticas y políticas italianas. La tradición papal de la ofrenda de flores se remonta a 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María por el papa Pío IX (1846-1878). Por voluntad de Pío IX se erigió el monumento y fue él quien lo bendijo el 8 de septiembre de 1857 desde el balcón central de la embajada española. Como lugar para ubicarlo se eligió la plaza de España, que toma el nombre de una de las naciones más devotas de la Virgen y que durante siglos se preocupó por obtener de un Papa la definición dogmática de este misterio mariano.
Tras el homenaje a la Inmaculada, el papa acudió a la Basílica de Santa María la Mayor para rezar ante la Virgen "Salus Populi Romani" (Protectora del Pueblo Romano), un icono bizantino del siglo XIII situado en la capilla Borghese o Paulina, muy venerado por el pueblo de Roma y por la orden de los jesuitas pues su imagen era portada por su fundador, San Ignacio de Loyola y por el evangelizador, San Francisco Javier. Una vez elegido papa, Jorge Mario Bergoglio, visitó la Basílica para rezar ante la Virgen, que fue declarada por Juan Pablo II patrona de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ).
La Virgen ha sido favorita de varios papas, como Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI y ahora del pontífice argentino. La Basílica de Santa María La Mayor, muy ligada a España y donde esta mañana se ha oficiado una misa por el rey Juan Carlos I y el pueblo español, fue decorada con el primer oro que trajo Colón de América, donado en tiempos de los Reyes Católicos.