Han pasado seis días desde el accidente de avión de Germanwings y los investigadores se esfuerzan por recabar elementos para la identificación de las víctimas del Airbus A320 que se estrelló cuando hacía el viaje Barcelona - Dusseldorf. Sin embargo, la pendiente del terreno y el estado de los cuerpos, dificulta la tarea de los expertos, tal y como ha confirmado la Gendarmería francesa.
Desde las 08:30, hasta las 18:00 horas, cuando la luz es la propicia en los Alpes franceses, los helicópteros transportan a los expertos al barranco donde, supuestamente, Andres Lubitz estrelló el avión.
La zona es demasiado empinada para que el helicóptero aterrice, por lo que, alrededor de los 40 trabajadores son bajados con un cable, solos o en parejas, cargando bolsas de plástico, etiquetas de evidencias y sogas que les prevengan de caídas. Cada investigador trabaja codo con codo junto a un montañista local que conoce el terreno y con las habilidades suficientes para mantenerlo a salvo mientras se recuperan restos.
Cuando se encuentra un fragmento, se introduce en una bolsa de plástico y se alza cuidadosamente con cables hasta el helicóptero junto a un trabajador. En el momento en que una muestra llega a los forenses, éstos toman rápidamente el ADN por temor a que pueda descomponerse.
Cada carga ha de ser transportada por helicóptero y la operación se suspende con la puesta del sol o bien por la lluvia o el viento.
Los restos hallados en la montaña se trasladan hasta un laboratorio de Seynes, a unos 15 kilómetros del suceso, donde la Policía Científica intenta extraer la mayor información posible. Para ello, solicitaron a los familiares que les llevaran objetos de los fallecidos de los que poder extraer el ADN, como un cepillo de dientes o de pelo, y además, muchos ofrecieron muestras de saliva para ayudar a comparar con los restos.
En ese laboratorio, cuya ubicación se ha mantenido en secreto, el coronel Patrick Touron, director adjunto del instituto de investigación criminal de la gendarmería nacional francesa, explica que aproximadamente 50 médicos forenses, dentistas forenses, Policía Nacional y técnicos de investigación criminal, trabajan en identificar los restos a contrarreloj para poder devolvérselos cuanto antes a sus familiares.
Dado el deterioro de los cuerpos, cualquier elemento, como dientes, joyas o huellas dactilares, resultan muy útiles para obtener el ADN.
Una vez se consigue la muestra de ADN, ésta se envía a Rosny-sous-Bois, una localidad a las afueras de París, donde se obtiene un perfil de ADN para compararlo con el de los familiares.
El coronel Touron explica que se sigue el mismo procedimiento que en cualquier otro suceso, con la salvedad de que en este caso se precisa de un helicóptero para llegar hasta el lugar y de un especialista de montaña junto al investigador para recoger las muestras.