El nombre de Vladimir Putin no estará solo en las papeletas de las elecciones presidenciales de este domingo en Rusia pero, a falta de una oposición real en el país, los otros siete candidatos no tienen ninguna opción de hacer sombra al hombre que ha dirigido los designios del país desde el año 2000 y que al menos seguirá haciéndolo hasta 2024.
Putin medirá sus fuerzas con algunos viejos conocidos, como el líder del Partido Liberal Democrático de Rusia (LDPR), Vladimir Jirinovski, y el líder de Yabloko, Grigori Yavlinski, pero también con algunas caras nuevas, como el candidato del Partido Comunista, Pavel Grudinin, que ha tomado el relevo a Guenadi Ziuganov, y en especial la presentadora de televisión y candidata por el partido Iniciativa Cívica, Ksenia Sobchak, hija del que fuera alcalde de San Petersburgo y mentor de Putin, Anatoli Sobchak.
El único candidato que quizá podría haber conseguido un cierto respaldo sería Alexei Navalni, pero se le ha vetado su participación porque tiene una condena judicial en su contra. No obstante, los expertos coinciden en que hoy por hoy parece ser la única opción opositora clara a Putin.
"Navalni ha conseguido crear la primera organización horizontal en Rusia sin apoyo del Kremlin y esto es muy interesante", subraya Andrei Soldatov, periodista y director de Agentura.ru. El líder opositor, que se ha hecho famoso principalmente por su cruzada contra la corrupción, ha conseguido movilizar y organizar protestas en hasta 80 ciudades y estar presente en distintas regiones.
"Esto es algo nuevo", explica el experto ruso, puesto que antes de la llegada de la Perestroika este tipo de redes "estaban financiadas por el Partido Comunista". Navalni está desmontando el argumento de los círculos del Kremlin de que "los liberales en Rusia viven en las grandes ciudades y no entienden realmente al país".
En opinión del analista del CIDOB Nicolás de Pedro, se ha buscado evitar la participación de Navalni en estos comicios "no porque pudiera ganar sino para evitar su posible consolidación como figura política de alcance nacional".
En cuanto al resto de candidatos, añade De Pedro, "han desempeñado su papel no solo para dar una pátina de legitimidad al ejercicio, sino para movilizar al electorado". Así, cree que el hecho de que Grunidin y Sobchak hayan recibido el visto bueno de refleja probablemente "un intento del Kremlin por atraer un número mayor de votantes hacia opciones que no representan ningún desafío real".
La participación, la gran preocupación
Porque si hay algo que preocupe a Putin y al complejo sistema de gobierno que ha forjado en torno a sí en estos últimos 18 años es la participación. Toda vez que los sondeos apuntan a una cómoda victoria del presidente, con un respaldo que podría situarse en torno al 70% -en 2012 le votaron el 63,6% de los rusos-, la gran preocupación en el Kremlin es que los rusos no vayan a votar, ya que ello restaría legitimidad a la victoria de Putin.
"Con él esperan que no van a ir a peor"
Y eso pese a que el presidente sigue siendo muy popular entre los rusos, algo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que el 75% de la economía está controlada por el Estado y que aquellos que cobran su sueldo del mismo están especialmente interesados en la continuidad de Putin, subraya Anton Barbashin, el analista y director de Intersection.
"Aunque muchos entienden que Putin no puede darles una vida mejor, al menos con él esperan que no van a ir a peor, porque las alternativas que ven no las entienden", explica Barbashin. Temen que, si se produce un cambio y se modifica todo el sistema, "no estará garantizado que vayan a estar mejor", añade. Quizá pesa sobre ellos el que en la historia de Rusia "cada revolución, cada gran cambio ha traído consigo un buen puñado de efectos negativos", incide el experto ruso.