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CUATRO MESES EN LA FRONTERA
Los refugiados montan sus propios negocios para sobrevivir
Peluquerías, colegios, guarderías o lugares para comer, son sólo algunos de los negocios que los 10.000 refugiados que habitan la frontera entre Macedonia y Grecia han montado para poder ganarse la vida.
Cerca de una valla de alambre de espino vigilada por la Policía macedonia, Saima Hodep, una inmigrante iraquí de 35 años de edad, moldea con una vieja tubería de acero la masa para preparar su pan sin levadura para luego vendérselo a sus clientes.
Saima pertenece a un pequeño pero creciente grupo que busca ganarse la vida en la frontera de Macedonia con Grecia, donde 10.000 personas viven en lo que ya es el campo de refugiados de mayor tamaño de Europa, y donde empiezan a mostrar signos de haberse asentado para un periodo largo de tiempo.
Saima vende alrededor de 100 piezas de pan al día en el campo de refugiados de Idomeni, que no tiene agua corriente pero sí tiene al menos 8 peluquerías. "Mis padres no tenían ninguna otra opción cuando nos quedamos sin dinero hace algunas semanas. Tenían que hacer algo para conseguirlo", ha asegurado Saven la hija de Saima de 17 años de edad.
El campamento improvisado es ahora un hogar para una mayoría de sirios, iraquíes y afganos que llegaron al lugar hace cuatro meses. Acudían a Europa con la esperanza de encontrar asilo en países como Alemania, pero los cierres fronterizos en los Balcanes les han obligado a quedarse en Grecia.
Se niegan a moverse, a pesar de los ataques con gas lacrimógeno de la Policía macedonia, y los intentos de las autoridades griegas de trasladarlos a campos mejor organizados en el interior del país. Hoy en día, el campo de refugiados de Idomeni cuenta con tres mezquitas improvisadas, una guardería, un colegio y al menos cuatro cocineros de falafel, la comida tradicional de Oriente Próximo, que sirve de suplemento a la comida que les dan las ONG.
FALTA DE INSTALACIONES
Las tiendas de campaña están colocadas al azar, compitiendo por espacio a las afueras de la ciudad y los servicios básicos son escasos, por ejemplo hay letrinas portátiles pero apestan y normalmente se saturan. Yannis Mouzalas, el ministro de Inmigración griego, declaró la semana pasada que las condiciones del campo de refugiados son "una afrenta que debe parar".
Aún así, a diferencia de Francia, que desmanteló un campo de refugiados improvisado en Calais, Grecia ha optado por acercamientos suaves hacia los inmigrantes de Idomeni. "Vamos a intensificar el diálogo", ha declarado Mouzalas a 'Athens News Agency'. Raied Anbtauy, de 44 años y de Alepo, ha estado en Idomeni tres meses, separado de su familia que sí llegó a Alemania.
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