Sara Romero

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Estados Unidos

Ruth Bader Ginsburg: Jueza, pionera en la lucha por las mujeres y fenómeno pop

La muerte de Ruth Bader Ginsburg abre la puerta a Donald Trump para inclinar la balanza de la Justicia estadounidense hacia su lado.

La muerte de Ruth Bader Ginsburg ha sacudido a Estados Unidos a todos los niveles. Cientos de personas, la mayoría jóvenes, se han concentrado frente a la sede del Tribunal Supremo en Washington para celebrar una vigilia en su recuerdo. La jueza, de 87 años, se había convertido en los últimos años en un fenómeno popular entre millones de jóvenes estadounidenses que estampaban su cara en camisetas, gorras y pegatinas con las que adornar sus carpetas.

Un icono progresista incómodo para Trump, que a menos de 50 días para las elecciones presidenciales se ha convertido en uno de los asuntos principales de campaña. La batalla alrededor del nombramiento de su sucesor en la corte suprema se antoja épica. Ahora, con cuatro magistrados progresistas y cinco conservadores, la muerte de Ginsburg abre la puerta a Trump para inclinar la balanza de la Justicia estadounidense hacia su lado, logrando seis jueces afines a su ideología.

El temor de los demócratas es que lo consiga y que ese Tribunal pueda bloquear durante años los avances progresistas o incluso revocar asuntos como el aborto. Consciente de la oportunidad, el presidente se preparó para este instante desde hace días diseñando su lista de nominados. Minutos después de la muerte de la carismática jueza, con los obituarios a medio escribir, el entorno de Trump movía sus fichas. Ya en 2016, la oportunidad de los republicanos por reforzar su mayoría conservadora en el Supremo fue un gran factor de movilización de sus votantes.

En ese año electoral, Obama trató de reemplazar a otro magistrado fallecido pero el líder republicano, Mitch McConnell, decidió bloquear el nombramiento aduciendo que había que dejar que el pueblo hablara y que el puesto debería decirlo el nuevo presidente. Faltaban 10 meses para las elecciones. A poco más de un mes de la cita con las urnas, McConnell ha prometido que sí llevará a votación en el Senado la lista de nominados de Trump. Una completa contradicción partidista respecto a su postura de 2016.

Lo cierto es que el legado y el carácter de esta mujer menuda, tan discreta como firme en la defensa de la igualdad, la convierten en la antítesis perfecta a Donald Trump.

Biolgrafía

Hija de inmigrantes rusos judíos, nació en Brooklyn y fue admitida para estudiar Derecho en la prestigiosa Universidad de Harvard. Ahí empezó su lucha. En una época en la que las mujeres tenían muy difícil el acceso a esa Universidad, ella era una de las 9 mujeres en una clase con 552 hombres. Una vez graduada, fue rechazada en cada una de los despachos de abogados en los que pedía trabajo. Aceptó trabajos como secretaria y ayudante judicial hasta que acabó dando clases de Derecho en New Jersey.

Para llenar su ambición de ejercer la abogacía, empezó a trabajar como abogada voluntaria para la Unión Americana de Derechos Civiles (ACLU). Era el paraguas bajo el que luchar contra la desigualdad, no sólo de las mujeres. Uno de los casos más célebres, que narra el documental RBG, fue el de un hombre al que le negaban una y otra vez las ayudas federales por cuidar a su madre porque, según la ley, esa labor correspondía a una mujer. Su carrera despegó lejos del foco mediático hasta que en 1980 Jimmy Carter la nombró jueza de distrito en Washington.

En 1993 Bill Clinton la propuso magistrada del Tribunal Supremo pese a los temores de algunos progresistas de que fuera demasiado moderada. Desde entonces, Ginsburg ha ido adoptando posiciones cada vez más progresistas a medida que aumentaba la presencia de conservadores en el alto tribunal. En los últimos años ha participado en innumerables conferencias, ha concedido entrevistas en televisión, ha debutado en la Ópera con un papel como extra y dos de los estrenos más taquilleros en Estados Unidos han sido un documental y una película sobre su vida.

Siempre tratando de mantenerse al margen de la batalla partidista, solo rompió esa premisa durante la campaña de 2016, cuando llamó "impostor" al entonces candidato Trump. Rápidamente se arrepintió, se disculpó y recordó que los jueces no deben opinar sobre los candidatos. Su muerte la ha situado en el centro del ring que siempre trató de evitar y ha envuelto su legado en una nostalgia eterna.