Ucrania

Tres años de la guerra en Ucrania: punto muerto militar y tensiones diplomáticas

Con la intensificación de los ataques, especialmente con drones, y la reciente autorización de Ucrania para usar misiles de largo alcance en territorio ruso, el conflicto parece lejos de terminar.

Imagen de archivo de Putin y de Zelenski.

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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha alterado considerablemente el panorama diplomático internacional, especialmente en lo que respecta a la guerra entre Rusia y Ucrania. Tres años después de la invasión rusa, el conflicto parece haber entrado en un punto muerto militar, con ambos ejércitos incapaces de avanzar de manera significativa. Sin embargo, las negociaciones políticas parecen estar más cerca que nunca, debido a la aparente disposición tanto de Washington como de Moscú para restablecer sus relaciones. Este cambio de enfoque ha dejado a Europa fuera de juego, especialmente a medida que crecen las preocupaciones sobre los intereses de Kiev y el futuro del conflicto.

Durante los primeros meses de la guerra, Rusia consiguió varios avances significativos, alcanzando casi las puertas de Kiev y Járkov, la segunda ciudad de Ucrania. Sin embargo, estos éxitos se vieron frenados por la feroz resistencia ucraniana y la falta de capacidad para mantener un avance efectivo. Actualmente, Rusia controla una porción considerable del este y sur de Ucrania, incluidas las provincias de Zaporiyia y Jersón, así como la península de Crimea, la cual anexó en 2014. Aunque los avances militares rusos en los últimos meses han sido limitados, el control sobre estas regiones ha alterado significativamente la geopolítica de la región, con más de 108.000 kilómetros cuadrados bajo dominio ruso, lo que equivale al 18% del territorio ucraniano.

El presidente ucraniano Volodimir Zelenski ha insistido en que la recuperación de estos territorios es una "línea roja" en cualquier negociación de paz. No obstante, las nuevas autoridades de la Administración Trump han considerado que esta demanda es poco realista, dada la actual situación en el terreno. Además, las pequeñas victorias de Ucrania, como la incursión sorpresiva en la provincia de Kursk, no parecen ser suficientes para cambiar el rumbo del conflicto, especialmente cuando la guerra ha causado enormes pérdidas humanas y materiales en ambos bandos. Según Kiev, Rusia ha sufrido cerca de 850.000 bajas, mientras que Ucrania ha perdido aproximadamente 430.000 soldados y civiles.

La guerra también ha dejado un impacto significativo en la capacidad de ambos países para seguir luchando. Ucrania ha tenido que recurrir a su población penitenciaria para llenar las filas de su ejército, mientras que Rusia ha aumentado sus efectivos con combatientes chechenos y norcoreanos, con algunos destinados a la defensa de Kursk. Con la intensificación de los ataques, especialmente con drones, y la reciente autorización de Ucrania para usar misiles de largo alcance en territorio ruso, el conflicto parece lejos de terminar.

La entrada de Trump cambiaría el curso del conflicto

Trump ha insistido en que, de haber estado en el poder desde el inicio del conflicto, la invasión no habría tenido lugar, y ha abogado por sentar a las partes a negociar. Esta postura ha sido respaldada por la creciente preocupación de Estados Unidos sobre el costo humano y económico de la guerra. Además, Trump ha propuesto restablecer relaciones con Moscú al más alto nivel, lo que ha sorprendido a los líderes europeos, quienes están cada vez más alineados con el presidente Zelenski, pero que ven cómo su influencia disminuye ante el nuevo enfoque de Washington.

En Europa, los ministros de Exteriores de la Unión Europea (UE) han comenzado a preparar nuevas sanciones contra Rusia, coincidiendo con el tercer aniversario de la invasión. El paquete de sanciones incluye medidas contra los buques rusos que evaden las restricciones al petróleo y una prohibición de importar aluminio de Rusia, así como restricciones adicionales a personas y entidades vinculadas al régimen de Putin. Al mismo tiempo, se discuten nuevas ayudas a Ucrania para reabastecer sus fuerzas armadas y mantener su capacidad de defensa frente a la invasión rusa.

Mientras tanto, en otros frentes, la UE continúa tratando de abordar cuestiones internacionales clave. Además de las sanciones contra Rusia, se está evaluando la posibilidad de suspender parcialmente las sanciones sectoriales contra Siria para facilitar la reconstrucción del país tras la caída del régimen de Bachar al Asad. En Gaza, la situación humanitaria sigue siendo una prioridad, y se están llevando a cabo esfuerzos para abordar la tensión regional, incluida la preocupación por las acciones desestabilizadoras de Irán y su apoyo a Rusia.

En este contexto de reconfiguración de las relaciones internacionales, la diplomacia europea se encuentra frente a un reto: adaptarse a las nuevas dinámicas de poder que se están desarrollando en Washington y Moscú, y encontrar una posición que mantenga el apoyo a Ucrania mientras se busca una salida negociada al conflicto.

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