Desecho en lágrimas, el chavismo asistió al que, probablemente, fue el último paseo fúnebre del presidente Hugo Chávez camino a su sitio de descanso provisional, el Museo de la Revolución, después de haberse volcado de forma masiva durante nueve días en su velatorio. Con rosas rojas, lirios y margaritas, miles de venezolanos volvieron a acercarse a la Academia Militar de Caracas para dar el último adiós al mandatario, que fue velado día y noche desde el pasado día 6 en ese fuerte militar en el centro de la capital.
"La tristeza nos embarga, sentimos que nos duró tan poco... que no era para morir, era inmortal. Es un golpe muy fuerte para todos los venezolanos", decía con los ojos vidriosos Giuliana de Matos, una trabajadora del círculo militar de 56 años. Llegados de todas partes del país y siguiendo mediante pantallas gigantes la ceremonia religiosa previa al cortejo, las emociones se desbordaron al ver pasar por última vez el féretro del mandatario que muchos no dudaron en visitar más de una ocasión estos días y que eguía cubierto por una bandera del país.
"Te queremos Chávez, te queremos" o "Chávez vive, la lucha sigue" gritaban al unísono jóvenes, adultos y jubilados, que lloraban desconsolados preguntando en alto a Dios por qué se había llevado al hombre que reivindicó "a los más pobres".
"Dios nos lo quitó, ¿verdad? Ay, no, no yo no puedo más, me da mucha tristeza. Chávez es un hombre inolvidable", expresaba entre sollozos Alma Graterol, una ama de casa de 55 años de Barinas (suroeste), el estado natal del difunto presidente. Dentro de un coche fúnebre negro y escoltado por soldados a caballo, el cortejo fúnebre avanzaba a un paso mucho más acelerado que el que se tomó casi siete horas el pasado día 6 por las calles de Caracas para llevarlo del Hospital Militar, donde falleció, a la Academia Militar.
Ministros y altos dirigentes políticos también secundaron el paseo pero, esta vez, no a pie sino montados en dos grandes vehículos descapotables de color verde oliva que el presidente encargado, Nicolás Maduro, no dudó en conducir. En el recorrido fúnebre desde la Academia Militar hasta el llamado Cuartel de la Montaña, en la popular barriada del 23 de Enero, muchos enarbolaban carteles con imágenes del presidente, se colocaban calcomanías suyas, pero también empezaban a enfundarse camisetas en apoyo a Maduro.
"Esa es la instrucción que nos dio nuestro presidente, apoyar a Maduro. Se ve un hombre honesto y humilde y se ve que vamos a echar para alante", decía optimista David Mata, un trabajador de un programa de viviendas del Gobierno que llevaba una camisa que rezaba "Chávez, lo juro, mi voto es pa' Maduro". Sin embargo, la gran mayoría coincidía en subrayar que el sucesor de Chávez no podrá igualarse a su carismático predecesor, por lo que esta nueva etapa deberá estar acompañada "más que nunca del pueblo".
"Después de Maduro viene una mujer a mandar", señalaba convencida Rosa Esther Marín, una jubilada del estado Bolívar (este), después de que la hija mediana del presidente, María Gabriela, dedicara unas sentidas palabras a su "papito" prometiendo defender su legado y agradeciéndole el haberle devuelto la patria a los venezolanos.
Con el recuerdo imborrable de Chávez en sus cabezas y corazones, será difícil para muchos venezolanos retomar la normalidad luego de estos diez días de prolongado luto nacional por la pérdida del que consideran como un "padre", un "hijo" o, incluso, un "segundo Simón Bolívar". En ese ambiente, ensombrecido y entre reproducciones de discursos del mandatario, una emblemática canción del "cantor del pueblo" venezolano Alí Primera marcaba el paso: "Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarlos".