Donald Trump ganó las elecciones en noviembre de 2016 y juró su cargo en enero de 2017 en medio de una gran convulsión política y social en Estados Unidos. Y se ha ido del poder en enero de 2021 en medio de una convulsión aún mayor.
Joe Biden ganó las elecciones de noviembre de 2020 y ha jurado su cargo en enero de 2021 en medio de una gran convulsión. Y ahora, su gran objetivo es llegar al día en el que abandone el poder con un país en relativa calma. Y no será fácil.
Cuando se habla con ciudadanos americanos, tanto residentes en Estados Unidos como en España, es fácil encontrar una primera advertencia antes de avanzar en la conversación: "No somos así. De verdad". Y tienen razón. Un país de tamaño continental da para mucho. Pero el trumpismo ha escondido lo mejor y ha dado relevancia a lo peor. Y hoy, la gran nación americana está dolida, irritada y ansiosa. Todo ello, consigo misma.
Biden tiene el mando y la responsabilidad. Falta saber si también tiene la determinación y la capacidad para destrumpizar Estados Unidos
Hace más de dos siglos, en "Los papeles federalistas", el padre fundador Alexander Hamilton explicó que el sistema de elección indirecta del presidente conocido como colegio electoral "ofrece una certeza moral de que el cargo de presidente nunca caerá en manos de ningún hombre que no esté dotado de las cualificaciones necesarias". Si alguna vez se cumplió ese objetivo no fue, precisamente, cuando Trump perdió las elecciones de 2016 en el voto popular, pero lo ganó en el colegio electoral.
Cuatro años después, Joe Biden ha conseguido alcanzar la Casa Blanca porque, a sus millones de votos de votos de ventaja sobre Trump, se ha unido lo más importante: su victoria en el colegio electoral. Ahora, Biden tiene el mando y la responsabilidad. Falta saber si también tiene la determinación y la capacidad para destrumpizar Estados Unidos, y las relaciones de Estados Unidos con el mundo.
Como imagen icónica del trumpismo quedará la de un tipo semidesnudo, con un gorro con cuernos, mientras se hacía una foto ocupando la presidencia del Senado
Los demócratas y algunos republicanos del Congreso intentarán dar un escarmiento al presidente saliente. Y, de paso, evitar que tenga nuevas tentaciones políticas. Toda actuación en la vida conlleva unas consecuencias, y sus rivales pretenden que Trump no consiga la gratuidad por sus acciones. No es fácil que lo consigan. Pero, con o sin escarmiento, nada será igual a partir de ahora.
El daño está hecho. Habrá que repararlo. Pero para la historia quedará que Donald Trump animó a sus seguidores a ir al Capitolio porque no aceptaba su derrota en las urnas. Quedará que los más fanáticos entendieron que su jefe quería que asaltaran el Congreso. Y que lo hicieron. Y como imagen icónica del trumpismo quedará la de un tipo semidesnudo, que llevaba en la cabeza un gorro con cuernos, mientras se hacía una foto ocupando la presidencia del Senado de los Estados Unidos.