Doctor Bartolomé Beltrán

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EN BUENAS MANOS

De cómo defender los fármacos

En el horizonte de la Farmacia española se inscribe un nombre para el homenaje público y profesional. Coinciden en él la medalla de Honor del Consejo Andaluz de Colegios Farmacéuticos y la medalla de Plata de la Facultad de Farmacia de Sevilla. Se trata de Manuel Arenas, ese boticario ejemplar homenajeado por la corporación farmacéutica, admirado por todos y sobre todo querido y apreciado en todos los ámbitos de la política sanitaria.

Nos unimos a esta concelebración en la que participan el alma corazón y vida Carmen Peña, Antonio Mingorance, Diego Murillo, María Jesús Montero, Carmen Martínez Aguayo, Alberto García Romero y Félix Puebla.

Arenas, don Manuel, empezó a ejercer como boticario en 1970 y conoce los problemas de pago a la Farmacia en todas sus dimensiones y situaciones políticas. Con él en la presidencia del Consejo Andaluz se han puesto en marcha políticas como la de dispensación por principio activo o esas innovaciones tecnológicas en las que todavía estamos, como es el caso de la receta electrónica. Un hombre telúrico, pegado a la tierra, con el ancla puesta en las convicciones firmes, ha concitado el aplauso de la profesión y entre sus virtudes del momento está la de ser optimista sobre el futuro de la Farmacia.

De todas formas, los tiempos son difíciles para la industria del medicamento. Las trabas contra los fármacos florecen por doquier. Hemos pasado de la necesaria reflexión sobre el uso racional de los medicamentos y, claro está, sobre las medidas para la sostenibilidad del sistema, pero se nos va la mano desde la administración pública a la hora de obstaculizar, mediante visados, normas, evaluaciones, auditorías y estudios, nuevos fármacos que después de grandes inversiones y muchos años de investigación han demostrado su eficacia en la curación de procesos para los que antes no teníamos solución.

Así, a la consabida frase de que además de diecisiete autonomías contamos con diecisiete sistemas sanitarios diferentes habrá que añadir en cada uno de ellos la montaña de trabas administrativas, burocráticas, evaluadoras y hasta coercitivas que encuentran algunos medicamentos para que los ciudadanos puedan curarse de procesos ciertamente perniciosos y graves.

La industria farmacéutica es favorable a la evaluación de la eficiencia de los medicamentos, pero reivindica que se realice desde un punto de vista, no sólo sanitario o terapéutico, sino también social, en atención al valor que en este sentido aportan las empresas. "Nadie debería pagar un céntimo más de lo que realmente aporta un fármaco, pero nadie debería quedarse sin un fármaco que pueda aportar, por ahorrarnos ese céntimo", señaló Humberto Arnés durante su discurso en el cierre del encuentro de la industria farmacéutica en al UIMP.

Así, reclamó que la evaluación sea a escala nacional. Ni europea, ni autonómica. Y que se escuche la voz de la industria farmacéutica, cuya aportación social es muy importante en términos de empleo e I+D, dos aspectos fundamentales en el progreso de las sociedades.

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