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EN BUENAS MANOS
Los farmacéuticos
Está bien. Lo ha contado la ministra Ana Mato con la satisfacción que corresponde a alguien que consigue en su ámbito una reducción del gasto que supone un ahorro que supera los 802 millones de euros en los últimos cuatro meses.
Está claro que el copago ha surtido el efecto deseado para los intereses de todos los ciudadanos. Sin embargo, a raíz de esta importante noticia, legitimada en razones objetivas no conviene pasar por alto otra dimensión de gran calado. Me refiero al enorme esfuerzo realizado por el conjunto de los farmacéuticos de oficina de farmacia que han llevado el peso de las medidas con lo que han contribuido a la sostenibilidad del sistema. El farmacéutico ha actuado en el copago aplicando los recursos técnicos necesarios, triplicando su actividad en acciones de atención farmacéutica, de comunicación y actuando de “recaudador operativo” según los niveles de renta de los ciudadanos.
El profesional de la oficina de farmacia al actuar en esa línea en favor del Estado, ha aportado toda su credibilidad, con el consiguiente desgaste de esa dimensión economicista sin menoscabo de su sacrosanta función de dar asistencia farmacéutica especializada a "su parroquia".
El farmacéutico también ha sido solidario a la hora de entregarse para que el efecto disuasorio del consumo por el copago no afectara a la ya tradicional estadísticamente pérdida de la adherencia a los tratamientos de muchos pacientes que están afectos de enfermedades que cursan “silenciosamente”.
No hay ningún otro sector profesional en la historia de nuestra convivencia civil y sanitaria que más haya contribuido a un ahorro del que nos beneficiamos todos los españoles. Todo ha caído sobre ellos. Porque los farmacéuticos con su inversión privada nos dan cada día todas las horas del año, un servicio público ordenado y solidario. Seguro.
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