Eje intestino-cerebro
Intestino llamando a cerebro: el poder de una super bacteria contra la depresión, la obesidad o el acoso escolar
¿Sabías que tu cerebro y tu intestino son amigos? Esta pareja esconde secretos muy importantes para nuestra salud metabólica.
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Comencemos con una adivinanza. Soy largo y retorcido, a veces grueso, otras veces delgado, y funciono como tu segundo cerebro. ¿Quién soy? Quizás la última pista te haya desorientado porque, efectivamente, hablamos del intestino y, efectivamente, se le conoce como nuestro segundo cerebro porque tiene 200 millones de neuronas. Con este dato empieza a cobrar sentido, que digamos que nuestro intestino controla nuestro cerebro.
En la encuesta de la Newsletter pasada, decidisteis que explicásemos esta peculiar pareja y para ello contamos con la colaboración de Yolanda Sanz, investigadora que lidera el grupo de Ecología Microbiana, Nutrición y Salud en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC).
Para entender esta amistad entre nuestro cerebro y nuestro intestino, hemos de conocer antes a otro protagonista, la microbiota. La microbiota es el conjunto de bacterias, virus, hongos, arqueas y protozoos que viven en nuestro organismo.
La comunicación entre cerebro e intestino es directa y continua, por ejemplo, el intestino, a través del nervio vago, le cuenta al cerebro qué hemos comido hoy y si esos nutrientes son los correctos o los que necesitamos para mantenernos saludables. También le avisa si nuestro sistema inmunitario está en ese momento combatiendo algún virus.
Yolanda Sanz nos explica que se trata de "un intercambio de información que circula en las dos direcciones y provoca una respuesta en el órgano correspondiente. Si nuestro cerebro percibe una situación de alerta o de peligro, reacciona desencadenando una respuesta de estrés que provoca la síntesis de cortisol. Esto tiene una influencia en la función intestinal. Por ejemplo, puede producir estreñimiento, o puede producir diarreas, puede aumentar dolor visceral, y, por otro lado, también sabemos que los pacientes que tienen enfermedades inflamatorias crónicas como el síndrome de colon irritable tienen más porcentaje, por ejemplo, de sufrir depresión. De hecho, un porcentaje importante la sufre porque las alteraciones de nuestro tracto digestivo tienen influencia en nuestras emociones".
Pero vamos a ver, si estábamos hablando de nuestra tripa, de lo que ocurre en nuestro intestino, ¿por qué ahora hablamos de emociones o de depresión? A ver si va a ser que todo eso que metemos en el saco de los nervios encuentra su explicación en nuestro sistema digestivo.
En 2020, el equipo de Yolanda Sanz patentó la bacteria Christensenella minuta. Esta bacteria se ha labrado un nombre propio en esto de la salud metabólica después de que una serie de estudios en EE. UU. la relacionasen con ella. La investigadora nos explica que "es una especie bacteriana que habita de forma habitual en nuestro tracto digestivo, en el de las personas sanas, puede representar entre un 0,2 o un 2% del total de las bacterias que se alojan en nuestro intestino. Se observó que esta bacteria era más abundante en individuos con un peso normal y estaba reducida en individuos con obesidad y diabetes tipo 2".
Con este punto de partida, el equipo de Yolanda Sanz, en el laboratorio, realizó experimentos in vitro "y vimos que era una bacteria que podía generar compuestos neuroactivos y también metabolizarlos o degradarlos en otros compuestos. Uno de ellos fue la serotonina como la dopamina, la serotonina es un neurotransmisor muy implicado en la respuesta estrés y en los casos de depresión. Tanto en sujetos con depresión como expuestos a grandes niveles de estrés está disminuida. Estos hallazgos nos llevaron a probar una cepa de Christensenella minuta en un modelo de estrés social que replica el comportamiento depresivo y ansiogénico".
A ver si lo estamos bien, los investigadores sospechaban que esta bacteria juega un papel fundamental en la gestión de nuestras emociones, pero ¿cómo se puede probar esto? Sanz nos cuenta que evaluaron el efecto de Christensenella minuta en un modelo de estrés social que simula el acoso escolar en adolescentes.
Se acaba de rizo el rizo, ya no es solo que un bichito que tenemos en el intestino ayude a nuestras emociones, sino que además puede tener algo que decir en caso de acoso escolar. Sanz confirma que lo que observaron fue "que al administrar esta bacteria por vía oral los ratones podían reducir el comportamiento depresivo, el comportamiento ansiogénico y el comportamiento antisocial que produce la exposición repetitiva al estrés que era enfrentar a un ratón a otro muy agresivo de forma repetida. Y observamos que esto se producía a través de distintos mecanismos. Por un lado, era capaz de reducir la producción de corticosterona que se produce como consecuencia del estrés sostenido y que acaba siendo improductiva. Por otro lado, observamos que Christensenella minuta regulaba los niveles de dopamina, que también es un neurotransmisor importante para regular aspectos como la motivación o el refuerzo y el placer que sentimos ante un estímulo favorable y que se suele sobre producir ante circunstancias adversas. Además, reducía la inflamación a nivel sistémico, reduciendo la concentración de citocinas pro inflamatorias y también algunas regiones del cerebro. Y bueno, en paralelo al nivel del corazón, reducía el estrés oxidativo y también la fibrosis a nivel del hígado. Estos hallazgos suponen un paradigma en el ámbito de la psiquiatría y en cómo podríamos abordar o mitigar los efectos del estrés y la depresión porque podríamos desarrollar productos basados en estas bacterias intestinales que actuaran desde nuestro intestino para mejorar nuestras emociones y cómo gestionamos el estrés".
Ahora sí que ya necesitamos parar y hacer la digestión de todo lo que nos acaban de explicar. ¿Significa esto que las personas con niveles bajos de Christensenella minuta son más propensas a sufrir una depresión o no saber gestionar situaciones de acoso escolar? Sanz nos matiza: "Todavía no podemos llegar a afirmar eso, porque para poder afirmar eso, deberíamos hacer estudios de intervención en humanos. La relación causa-efecto la hemos demostrado en ratones, pero habría que demostrarla en humanos, aunque efectivamente esta es la línea de investigación".
Cualquiera diría que Christensenella minuta es una especie de criptonita para la salud. "La microbiota juega un papel fundamental en enfermedades que llamamos metabólicas como la obesidad y todas las asociadas como la diabetes tipo 2 o las patologías cardiovasculares. De hecho, Christensenella minuta también se ha estudiado, en modelos preclínicos en obesidad, observando que puede tener un efecto positivo porque actúa generando ácidos biliares afilados que inhiben la conexión entre el intestino y el hígado y mejoran el perfil lipídico de los animales y en modelos de enfermedades antiinflamatoria como la colitis. No obstante, todos estos estudios están en fase preclínica. En humanos solo se ha probado la bacteria en materia de tolerancia y seguridad, demostrando que es segura", insiste Sanz.
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