La interrupción de los ensayos clínicos de la vacuna contra la COVID-19 que desarrolla la Universidad de Oxford no supone un revés y no es la primera vez que esto pasa cuando se prueba una vacuna.
Para la Agencia Española del Medicamento, esta paralización supone "que los protocolos se están cumpliendo" asegura su directora, María Jesús Lamas.
"En un estudio destinado a trata a decenas de miles de personas, que una sola persona haya sufrido efectos adversos y eso haya inducido el parón del ensayo nos debe dar garantías" para que la vacuna pueda llegar a la fase final, dice Lamas.
Todos los expertos coinciden en que los ensayos volverán a ponerse en marcha cuando "existan todas las garantías".
AstraZeneca no ha facilitado información sobre el estado de salud del voluntario que ha enfermado, pero los medios destacaron este miércoles que se espera su recuperación.
La potencial vacuna, que dio resultados prometedores en los primeros ensayos, estaba siendo sometida a pruebas clínicas en el Reino Unido, Estados Unidos, Brasil y Sudáfrica.
El mes pasado, los Gobiernos de Argentina y México, así como la fundación mexicana Slim, llegaron a un acuerdo con AstraZeneca y la Universidad de Oxford para fabricar la vacuna para sus países y distribuirla después al resto de América Latina, excepto Brasil.
Se encuenta en Fase III
La vacuna de AstraZeneca y de la Universidad de Oxford se encuentra en la fase III, última antes de obtener todos los permisos tras demostrar la seguridad y la eficacia que requiere un producto de estas características y de conseguir la licencia para producirla a gran escala.
Se trata de una de las vacunas más avanzadas del mundo para combatir la Covid-19 y está basada en un virus ya conocido (el ChAdOx1), versión debilitada de un virus del resfriado común (adenovirus).
Desde que comenzara la pandemia se han puesto en marcha casi doscientos proyectos para conseguir una vacuna, aunque muy pocos han entrado ya en la fase III (última antes de conseguir la licencia), y junto a la de AstraZeneca (cuyos ensayos están ahora interrumpidos) avanzan las de las farmacéuticas estadounidenses Moderna y Pfizer; las que investigan las compañías chinas CanSino Biologicals, SinoPharm y Sinovac; la de la alemana BioNtech; o las de los centros de investigación rusos Vektor y Gamalei.
"Serán eficaces pero no las mejores" dicen los científicos
Entre los científicos cunde también la convicción de que las primeras vacunas que superen las tres fases serán seguras y eficaces, pero no las mejores; y que vendrá una segunda y después una tercera generación de vacunas que funcionarán mucho mejor, porque los laboratorios ya dispondrán de mucha información sobre la respuesta inmune que produce.
Todas las vacunas, según fuentes del CSIC, se construyen sobre el mismo principio, el de exponer al sistema inmunológico al patógeno para que sea capaz de proteger a las personas cuando se enfrentan al verdadero virus. Todas buscan la inmunidad frente a la enfermedad estimulando la producción de anticuerpos, aunque en cada laboratorio utilizan diferentes vías para conseguirlo.
Algunos laboratorios usan antígenos (proteínas del agente infeccioso); otros versiones vivas del virus, aunque debilitado o atenuado; otros virus inofensivos que han sido modificados para que tengan antígenos del patógeno; y otros utilizan moléculas que codifican las partes del patógeno para que sea reconocido por el sistema inmunológico.
Todas tienen obligatoriamente que superar numerosos ensayos y pasar diferentes fases antes de ser aprobadas y comercializadas.