Desde el inicio, la carga genética nos confiere caracteres individuales que hacen de cada persona un ser único, aunque también proporciona aspectos identificativos propios del ser humano a nivel sensorial, motor y cognitivo. Gracias a la comunión de estos sistemas, a la relación con el entorno y las emociones, cada uno de nosotros vamos adquiriendo nuestro modo de reaccionar ante los estímulos, de comunicarnos con el otro y con el entorno; comenzamos a construir nuestra identidad, nuestra expresión, nuestra normalidad.
El cerebro humano posee una maravillosa red constituida por 86.000 millones de neuronas. A su vez, cada una de ellas puede establecer lazos, puede comunicarse, recibiendo y emitiendo información, con cerca de 10.000 neuronas más. Esto hace que tengamos billones de conexiones en nuestro cerebro y se forme, así, un maravilloso entramado de redes que constituye la base del aprendizaje, desarrolla la capacidad y facilita la adquisición de nuevas habilidades.
El neurodesarrollo tiene una carga genética derivada de nuestra evolución como especie. En las etapas iniciales dominan los estadios motores innatos, necesarios para afianzar posteriormente las bases de un buen aprendizaje. El aprendizaje será el resultante de la interacción con los factores externos e internos. Es esta una de las razones de la importancia de la estimulación sensorial y el desarrollo de la psicomotricidad infantil. El niño debe jugar y desenvolverse desde las posibilidades que le otorga su desarrollo, su madurez. En estas etapas iniciales de 0 a 6 meses, el niño debe jugar en ambos decúbitos (boca arriba y boca abajo), debe experimentar para seguir creciendo sensorial, motriz y cognitivamente.
"La neurorrehabilitación pediátrica es aquella intervención sistemática diseñada y personalizada para compensar o disminuir el impacto de la alteración neurológica tras un trastorno del neurodesarrollo".
Es una etapa importantísima para dotar al sistema de un buen control postural con el que afrontar el descubrimiento y la motricidad voluntaria. Es imprescindible adquirir buenos patrones posturales para desarrollar adecuadamente la capacidad y las habilidades más exigentes que nos permitirán relacionarnos y aprender con mayor facilidad. Desde el control de la cabeza hasta la elongación del raquis, pasando por unos puntos de apoyo que nos ayuden a conseguir un enderezamiento adecuado del tronco y una cintura escapular y pélvica estables. Poco a poco vendrá la etapa de exploración, en la que el control motor pasa a tener gran relevancia y comienzan los movimientos y desplazamientos de búsqueda, fruto de la motivación por alcanzar aquello deseado. Se inicia el momento de máxima expresión motriz por conocer, experimentar y desafiar los límites propios de su desarrollo.
Con la puesta en pie y la verticalidad, el niño se enfrenta a un mayor desafío frente a la gravedad y comienza a establecer nuevas redes cerebrales que le confieren un mayor control sobre el equilibrio y la estabilidad. Desarrolla un mayor control postural, que le prepara para el desplazamiento sobre dos puntos de apoyo. En torno al año de vida, el niño comenzará a caminar de un modo titubeante e inseguro, que en poco tiempo se convertirá en una marcha independiente y única, fruto de toda la experiencia acumulada hasta entonces.
La neurorrehabilitación pediátrica
Comienza un aprendizaje basado en la comunión con el entorno y donde las emociones juegan un papel principal para alcanzar nuevos retos motores y de comunicación.
Cuando se produce algún déficit o retraso en la formación o maduración de los circuitos cerebrales, el desarrollo se desvía de lo ideal y sus síntomas son la expresión de un cerebro inmaduro. Entendiendo al cerebro de un modo global en el que no podemos parcelar su funcionamiento, nos podemos encontrar con una mayor dificultad para la expresión motriz, la recogida de información sensorial, interacción con el entorno, comunicación y gestión de las emociones.
La neurorrehabilitación pediátrica es aquella intervención sistemática diseñada y personalizada para compensar o disminuir el impacto de la alteración neurológica tras un trastorno del neurodesarrollo. De esta manera, se mejora el desarrollo del niño, su funcionalidad y su calidad de vida. Esa neurorrehabilitación se centra en el abordaje clínico a nivel cognitivo, conductual, sensorial y motor.
"El cerebro humano posee una maravillosa red constituida por 86.000 millones de neuronas".
La fisioterapia se encarga de realizar una valoración individual donde poder establecer los objetivos terapéuticos y de tratamiento que faciliten el aumento y la mejora de la capacidad postural y funcional del niño. Todo ello debe ir siempre de la mano de una entrevista con la familia para identificar las necesidades que se presentan en las actividades del día a día; y hay que tener también en cuenta el entorno sociocultural del niño. Estas dos cuestiones son imprescindibles para conseguir nuestros objetivos.
Estimulación y plasticidad cerebral
Es importante hacer un acompañamiento para ofrecer pautas y actividades que favorezcan la estimulación y plasticidad cerebral desde el juego. Plantear actividades lúdicas y motivadoras con la familia nos permite que el cerebro aprenda el mayor número de horas diarias y se afiance la mejora del control postural y el éxito en las actividades dinámicas.
Talleres de estimulación sensorial; abordajes terapéuticos que aúnen los pilares del desarrollo desde la parte innata y la relación con el entorno, actividades y juegos que consigan desarrollar el aprendizaje desde la motivación y que tengan en cuenta los aspectos cognitivos, sensoriales y motores formarán parte de las estrategias de tratamiento ideales que nos permitan conseguir y mejorar las capacidades de los niños con alguna alteración en el neurodesarrollo.
Ismael Sanz Esteban. Doctor y profesor en Fisioterapia en la Universidad Europea