Escuelas infantiles
Alejandra, educadora: "Las casas nido permiten fijar población en el rural gallego"
Las casas nido son una alternativa a las escuelas infantiles en lugares donde no hay niños suficientes para que éstas permanezcan abiertas. ¿Cómo funcionan? Lo vemos.
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¡Las casas nido surgen como casi todo lo que tiene que ver con la crianza, por necesidad. Pero por una necesidad entendida como antes, como cuando se vivía en verdadera comunidad y se buscaban soluciones entre todos para superar los obstáculos.
Normalmente se trataba una mujer que se quedaba en casa cuidando de sus propios hijos y abría sus puertas para hacerse cargo también de los hijos de las vecinas que tenían que salir a trabajar. Una crianza colectiva, digamos, un trabajo en equipo.
Las casas nidos: evolución
De esta fuente beben las iniciativas que están surgiendo en diferentes puntos de Galicia en los últimos tiempos, fundamentalmente en ayuntamientos rurales en los que el número de niños hace inviable abrir una escuela infantil. “Tu presentas el proyecto a la Xunta de Galicia y ellos lo evalúan. Tienen que ser ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes que no tienen ningún recurso para la infancia”, nos cuenta Alejandra Grela, ella acaba de abrir la suya en Paderne, A Coruña. “Estoy haciendo ahora las entrevistas con las familias”.
Alejandra es técnica en educación infantil y ha trabajado en distintos lugares hasta que finalmente ha decidido dar el paso. “Es una apuesta de vida”, asegura. Y continúa: “Esto es posible gracias a la subvención que recibes de la administración, pero al final si decides dar el paso en realidad te tiras a la piscina”.
Con esta inversión desde el gobierno gallego se pretende dar respuesta a una cuestión clave hoy en día, la conciliación. En este caso en entornos rurales. Las familias no pagan nada por este servicio, es gratuito.
Vocación en estado puro
“Una casa nido es un espacio en el que una persona se hace cargo de un máximo de 5 niños de hasta 3 años de edad”, explica. Una persona con formación en educación infantil y en un espacio adecuado. “En muchos casos es un espacio en tu propia casa, aunque nos siempre. Y en un horario que se pacta con las familias”, relata Alejandra.
Escucharla hablar de su proyecto da una dimensión de la implicación que supone. “Esto es posible gracias a la subvención de la Xunta. Tu recibes un dinero y lo pones en marcha, pero tiene que ser algo vocacional porque si no es imposible. Hay gente que se muda para montar una casa nido, compra una casa, es un cambio de vida total”.
Fijar población en el rural
Así lo entiende Ale, como la conocen sus amigos. Ella no es natural del ayuntamiento en el que ha decidido abrir la suya, pero tiene claro que una vez puesta en marcha su vinculación con el lugar será total. “Lo interesante es involucrarse en la vida del pueblo. Conoces a las familias que son de aquí, sus circunstancias. Yo quiero hacer actividades aquí, formar lazos”. En definitiva, lo que podríamos denominar hacer comunidad. Aquí otra de las grandes fortalezas de esta apuesta.
Esto es lo que convierte a las casas nido en una manera de atraer y fijar población en el rural. “Si alguien quiere quedarse en su lugar de nacimiento o venir a vivir a un entorno rural como por ejemplo Paderne, y no tiene una red para conciliar, no puede hacerlo. Esto es una manera de anclar población”, explica esta emprendedora.
Un arma más para luchar contra la despoblación a la que se enfrentan muchos de estos pequeños ayuntamientos. Un primer paso para volver a llenar de niños localidades a las que, cada vez más, les cuesta atraer familias.
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