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lo explican agentes de aduanas y de la guardia civil

Así controlan los narcos la llegada de embarcaciones de Aduanas y de la Guardia Civil a La Línea

En las azoteas del paseo marítimo de La Línea, los narcos tienen puestos de vigilancia donde cuentan con radares para controlar las embarcaciones de la Guardia Civil. El barrio de la Atunara está hecho a la medida del contrabando: calles estrechas, casas vacías para guardar la carga y viviendas interconectadas para permitir la huida.

Los narcos controlan la llegada de embarcaciones de Aduanas y de la Guardia Civil con lanchas, en veleros o en barcos de pescadores. En las últimas décadas se han intervenido alijos de hachís desde Huelva hasta Almería. Ahora, el epicentro de ese negocio está en un antiguo barrio de pescadores de La Línea de la Concepción.

El comisario jefe de La Línea explica que "la ubicación de la playa es idónea". Tiene unos 20 metros hasta la zona de casas y, por lo tanto, para los narcos es muy fácil alijar desde aquí porque no necesita ni siquiera la entrada de los todoterreno para sacar el hachís, lo pueden hacer directamente porteándolo".

En las azoteas del paseo marítimo los narcos tienen puestos de vigilancia

En las azoteas del paseo marítimo hay puestos de vigilancia con una vista perfecta de la bahía. En una de las torretas, la Policía desmanteló un sofisticado sistema de radar que permitía el absoluto control de las embarcaciones de Aduanas y Guardia Civil.

La Atunara es un barrio hecho a la medida del contrabando. Calles estrechas, casas vacías para guardar la carga y viviendas interconectadas para permitir la huida. Los agentes explican que la comunicación entre sí de las viviendas dificulta la actuación policial, sobre todo a la hora de pedir registros de entrada. De este modo, las personas buscadas se pueden fugar fácilmente.

En las noches de descarga cada uno tiene su función. Los llamados 'puntos' son el eslabón más bajo, jóvenes que desde sus motos vigilan quién se acerca al barrio.

Lisardo Capote, jefe de vigilancia aduanera del Campo de Gibraltar explica que "un chaval con 15 o 16 años con un ciclomotor y colocado en una esquina, lo único que tiene que hacer es avisar. "Si por un rato una noche se encuentra con mil euros en el bolsillo, después de dos, tres, cuatro, cinco operaciones en un mes, ¿quién va a decirle a ese chaval que estudie?. Eso está perdido", explica.

"Los 'puntos' son el eslabón más bajo, son jóvenes que desde sus motos vigilan quién se acerca al barrio"

Las 'collas' recogen el hachís de la lancha en cuanto llega a la orilla -cada fardo es de 30 kilos- y lo hacen en solo unos minutos y pueden cobrar 3.000 euros por descarga.

Cuando la Policía intercepta a un conductor con el coche cargado, la condena es muy alta. Es un trabajo de confianza que pocos se atreven a hacer. "Las personas que tocan la droga -explica Lisardo- ganan unos 8.000 euros, son gente que va a conocer el lugar donde se guarda la droga".

En España el precio de cada fardo es de unos 40.000 euros, un valor que sube a medida que se acerca al norte de Europa. Es un producto codiciado y esconderlo bien es, hoy por hoy, la fase más comprometida para los narcotraficantes del Campo de Gibraltar.

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