Longevidad
Aurita, la burgalesa de 106 años que vive sola en Rezmondo, en Burgos: "Todos los días desayuno un ajo"
Áurea celebra por todo lo alto su cumpleaños rodeada de amigos y vecinos en su pueblo de Burgos. Desayuna cada mañana un ajo crudo con un puñado de nueces y dice que ése es el secreto de su longevidad

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Áurea Avendaño nos recibe en su casa de Rezmondo, una pequeña localidad del norte de Burgos. Con una sonrisa enorme, nos invita a entrar a su salón donde tres enormes globos indican los años que acaba de cumplir. 106. Sentada en su “trono”, como así llama a la butaca de piel marrón donde pasa bastantes horas al día, nos presenta a sus dos perras, Luna y Cuqui, que le hacen mucha compañía. Sobre la mesa, un libro de dedicatorias y felicitaciones por su último cumpleaños. “Mira, lee alguno de los mensajes. Me ha escrito mucha gente que me quiere, el panadero, el carnicero…”, presume.
Una memoria prodigiosa
Está feliz. Dice que se encuentra “muy bien de cabeza”, aunque el cuerpo no le acompañe algunos días. “Soy muy vieja ya”. Vive sola. Una trabajadora social la visita a diario. “Me ayuda con la casa”, señala. Los vecinos de Rezmondo están muy pendientes de ella. “Mi prima viene todos los días y le da de comer a las gallinas. Hace poco, la zorra me mató a varias de ellas y ahora sólo me quedan tres”, recuerda enfadada. Cada semana le traen la comida desde Melgar de Fernamental, “aunque hay días que está rica y otros no tanto”, bromea. Desayuna un ajo crudo con un puñado de nueces cada mañana. Dice que ese es el secreto de conservarse así. “Si quieres llegar a mi edad, tienes que comer un ajo todos los días”, insiste. Le gusta leer y lo hace con una lupa que le ayuda con las letras más pequeñas.
Un banco con su nombre
Llega el cartero. Le trae una postal que recibe cada día. Se la escribe Nieves, una vecina que se fue del pueblo a Barcelona. “Vivió aquí, en mi casa, una temporada y me manda una todos los días. Tengo un montón, así, enorme”, señala.
En el frigo está la tarta. Es de nata. La sacamos y colocamos las velas. Las sopla con fuerza. ¿Un deseo? Que le traigan a Alexa, “esa que habla, que se la llevaron un día y no me la han devuelto”, dice Áurea. Antes de marcharnos nos enseña el banco que le han regalado los vecinos de Rezmondo. Es de madera y aparecen talladas sus perritas. También su nombre y la fecha de su cumpleaños. 106. Nos coge la mano y nos pide que volvamos a verla antes de que cumpla 107. “No quiero que os vayáis, para eso queda mucho todavía”, dice. Ha sido un día feliz. Feliz para ella, para Aurita, como la llamaban las monjas para diferenciarla de otras niñas. Feliz para nosotros.
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