Hasta hace solo 200 años, la hora la determinaba el sol. Cada persona ajustaba su jornada en base a su posición, por lo que en el mapa de España, de este a este, podía haber desfases de hasta 42 minutos.
La llegada del tren puso orden en toda esta situación: primero marcó la hora de la estación más importante de la zona y más tarde todas se unificaron con la de Madrid. Sin embargo, seguía habiendo dos horarios, el de los trenes y el de la vida pública.
El decreto firmado por la Reina María Cristina en San Sebastián en julio de 1900 puso fin al asunto definitivamente: la hora se unificó con la de Madrid siguiendo el Meridiano de Greenwich.
No obstante, con la Segunda Guerra Mundial y la cercanía del régimen de Franco a Alemania, se decidió establecer el mismo huso horario que los germanos, que es el que se mantiene en la actualidad.
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