Ansiedad, angustia, ganas de llorar. Así se sienten los padres maltratados por sus hijos. Chavales con carácter explosivo que gritan, aterrorizan, y en muchas ocasiones ejercen violencia física contra sus progenitores. Un fenómeno más frecuente en las grandes ciudades. Por suerte existen terapias que ayudan a encontrar una solución.
"Empezó a insultarnos a su padre y a mi, a dar portazos... palabrotas. Todos los días una bronca. Te da vergüenza, porque la oyen todos los vecinos. Llega un momento en que la convivencia llega a ser dificultosa". Es la dura experiencia de María, una madre que no supo ver a tiempo la deriva violenta de su hija antes de que la situación fuera insostenible en la adolescencia.
La detección precoz, es una de las claves: "Aprender a detectar niveles bajos de violencia y frenarlos ahí", asegura Irene Gallego, terapeuta de la Fundación Amigo. Teresa, terapeuta también, trabaja con María y con su hija. Les ayuda a cambiar actitudes y comportamientos: "Ha aprendido a controlar un poco sus explosiones, pero también nosotros hemos tenido que aprender a tratarla".
La terapeuta sostiene que "la permisividad extrema es igual de mala que el autoritarismo extremo, hay que combinar la firmeza con el afecto". Puede pasar en cualquier familia. Cada año en España se denuncian 4.300 agresiones, aunque la cifra va en descenso, todavía son demasiados los que, avergonzados, ocultan su calvario.