Este sábado 13 de marzo se cumple un año desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció en Moncloa para anunciar un estado de alarma para imponer el confinamiento domiciliario en todo el país.
Desde ese momento los españoles tuvieron que comenzar a ver la vida desde sus ventanas. Miles de negocios tuvieron que bajar las persianas de sus establecimientos y algunos no la han vuelto a subir.
El primer estado de alarma que se decretó ahora hace un año no fue igual al segundo que está vigente desde octubre. En marzo de 2020 fue un confinamiento domiciliario y se fue renovando durante 15 días hasta que se levantó el 21 de junio. Tras el verano, el Gobierno quiso y obtuvo del Congreso un segundo estado de alarma de seis meses de duración pero con condiciones notablemente más laxas, que a día de hoy se basan particularmente en la restricción de movimientos entre comunidades y limitaciones en las reuniones sociales y toques de queda nocturnos.
La pérdida de empleo, el cierre de negocios, los ERTE son otras de las consecuencias de esta pandemia que ha llevado hasta las conocidas como "colas del hambre" a personas que nunca imaginaron que pudieran pasar dificultades económicas.
Generaciones marcadas por la pandemia
La generación que siempre sería conocida como la de 'los niños de la guerra' será también recordada ahora como la de los 'ancianos de la pandemia'. Ellos son los que más han perdido. En vidas, porque muchos se han ido antes de lo que tocaba, pero también los que aún viven y que no pueden por menos que pensar que les han robado un año.
Un año sin besar a sus nietos, sin abrazar a sus hijos, sin jugar a las cartas con sus amigos, sin salir a pasear y charlar con los vecinos, un año con el miedo metido en el cuerpo y contando el número de conocidos que han fallecido por culpa del coronavirus.
Los jóvenes y adolescentes también han sufrido una auténtica revolución. En una etapa de la vida en la que las relaciones sociales son fundamentales, han tenido que encerrarse durante meses con sus padres, seguir las clases 'online' y han visto frustradas sus espectativas de conseguir un primer empleo.
Se les ha criminalizado por su comportamiento ante la pandemia y han sido protagonistas de cientos de imágenes de fiestas sin mascarillas ni distancia social, aunque también han dado ejemplo de responsabilidad y solidaridad.