Galicia
"Cualquier día pasará una desgracia", denuncian al dueño de un rebaño de vacas que invade fincas y carreteras
En el lugar de Corexo, parroquia de Marrozos, a escasos kilómetros del centro de Santiago de Compostela, una veintena de vacas campa a sus anchas. Cruzan la carretera provocando siniestros e invaden fincas destrozando cosechas. Es el ganado de un vecino denunciado por desatenderlo de forma sistemática.

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"Tarde o temprano lloraremos todos". Los vecinos de Corexo sienten desesperación absoluta por culpa del comportamiento negligente de un residente de la zona, dueño de una veintena de vacas que se pasean por carreteras, cultivos y propiedades privadas sin el más mínimo control.
La Asociación de Vecinos de Marrozos ha dado visibilidad al problema que sufren los residentes en el entorno y los cientos de conductores que circulan a diario por la carretera provincial DP-8203. "Las vacas cruzan la carretera como si nada, una carretera con mucho tráfico y por donde pasa el autobús urbano todos los días", relata Daniel, indignado. Él es uno de los vecinos afectados.
No es una exageración. Hace apenas unos meses, un vehículo que circulaba por la DP-8203 se estrelló contra una de estas vacas, provocando el siniestro total del automóvil y la muerte del animal en el acto. Afortunadamente, no hubo víctimas humanas, pero las imágenes del siniestro evidencian el riesgo. "Esa vaca muerta estuvo tirada en la carretera casi 15 días. No la recogió. Nadie hizo nada", denuncia Daniel.
Este episodio no es aislado. "Han sido varios los accidentes. A veces el daño es menor: un retrovisor, un faro roto. Pero cualquier día vamos a tener una desgracia", lamenta. Y mientras tanto, los vecinos viven con el corazón en un puño, vigilando día y noche el ganado, turnándose para intentar contenerlo y obligar al propietario a encerrar a los animales cada noche.
Además del peligro en la carretera, los vecinos sufren constantes invasiones en sus fincas. "Tenemos todas las tierras sembradas y estas vacas lo destrozan todo. Las dejan sueltas y entran donde quieren", explica Daniel.
La situación, que comenzó hace unos seis años, se ha agravado en los últimos tres, coincidiendo con la jubilación de muchos vecinos que ahora pueden observar el problema con más atención. "Antes no nos dábamos cuenta de todo lo que pasaba. Ahora lo vemos y es un desastre", dice.
Pero lo que más preocupa no es solo la pasividad del propietario, sino su actitud hacia quienes reclaman una solución. "Se envalentona, insulta a los vecinos, se encara con las vecinas. Tiene una actitud agresiva", relata Daniel.
El estiércol también se ha convertido en una herramienta de acoso. "Cuando sabe que un vecino tiene una fiesta o un evento, coloca montones de estiércol cerca de sus casas para que apesten", asegura.
Más allá de la inseguridad vial y el deterioro de la convivencia, los vecinos también temen por la salud pública. Sospechan que muchas de las vacas no están registradas ni saneadas, y que podrían estar siendo vendidas de forma clandestina. "Sus vacas tuvieron becerros hace poco, no tenían crotal, y ahora ya no están. Nadie sabe qué pasó con ellos. ¿A dónde fueron?", se pregunta Daniel.
El propietario en cuestión, según relatan, ha llegado a tener hasta 30 vacas con menos de dos hectáreas de terreno. "Eso es totalmente insuficiente. Las suelta por donde quiere", denuncia.
"Va a pasar algo muy grave..."
Durante años, los vecinos han acudido a todas las administraciones posibles. "Hemos denunciado ante el Ayuntamiento, la Diputación, la Xunta, la Policía Autonómica, el Seprona... y nadie hace nada", lamenta Daniel. Las autoridades locales afirman haber trasladado la situación a la Consellería de Medio Rural, competente en materia de bienestar animal y control ganadero, pero los resultados brillan por su ausencia.
Cansados de esperar, los afectados ya preparan una queja formal ante el Defensor del Pueblo. "No nos queda otra. Ya no podemos más. Vivimos pendientes del ganado, de la carretera, de nuestras fincas... No es vida".
En Corexo, todos coinciden en que el problema tiene nombre y apellidos. "Este hombre tiene 56 o 57 años, y no cambia. Es mala persona. Actúa con maldad. Y cualquier día vamos a tener que lamentar una desgracia", afirma Daniel. "Va a pasar algo muy grave, y entonces será tarde", concluye.
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