Drogas

El déjà vu de la heroína en el barrio madrileño de San Blas: "Estamos muy hartos de tanta droga y tanta delincuencia"

La heroína vuelve a reactivarse en el barrio madrileño controlado por las protestas de los vecinos todas las noches.

Situación en el barrio de San Blas

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Como una línea divisoria en el barrio de San Blas, que separa la parte más antigua de la zona con el gran San Blas, el parque 'El Paraíso' actúa como un respiro verde entre el descanso de las miles de personas que viven en los bloques de piso que lo rodean. Sin embargo, aunque los varios parques infantiles y caminos preparados para paseas puedan proyectar una imagen idílica como el nombre, puede que se acerque más a un plano más infernal, donde las personas dejan ese sustantivo para ser supervivientes.

Desde los últimos meses, los vecinos de este conocido barrio madrileño han vivido algo parecido a un espejismo, pero existiendo en la realidad, de los años 80. Una década en la que aparece la droga que destrozó toda una generación: la heroína. Droga que convirtió el barrio obrero de la capital en uno de los más peligroso en la comunidad bajo la delincuencia, el consumo y la venta de drogas.

Parque 'El Paraíso'

No habían pasado cinco minutos cuando, después de estacionar en una zona cercana, a través del parque cruza una persona que se delataba como un adicto a la droga. Buscando colillas a primera hora de la tarde, la tarea de este hombre de unos 40 años tapaba los gritos de diversión que chillaban los niños mientras jugaban en un parque a un poco más de diez metros.

Los columpios y estructuras de cuerdas del parque infantil estaban decorados, por fuera de la valla, con los restos de basura que se acumulaban a raíz de esta situación. Vasos de plásticos casi vacíos, bolsas de botellón o colillas eran los residuos que rodeaban las mesas de picnic. Pero lo más llamativo eran los "paracaídas", como coloquialmente se llama a las bolsas donde se guarda la droga, eso explicaba uno de los padres de los niños que jugaban, inocentes, en su mundo de imaginación sana y creativa.

No obstante, la basura acumulada reflejando dos realidades distintas no se puede comparar con la parte más llamativa del parque. Pegado a la Calle de Amposta, separado por la de Alberique, más de una decena de personas drogodependientes descansan en la hierba, apoyados en los árboles o durmiendo en los bancos. Una imagen que no se parecía a la calle perpendicular, abarrotada de gente y con mucho comercio.

Los vecinos no pueden más

Ante esta situación, la crispación de los vecinos ha llegado a su límite. "En la bajada de los colegios, es donde están ellos. Y a las 9 de la mañana ya los tienes ahí, y a las 10 también", explica Rafael, vecino de San Blas, con unas sillas en la mano para pasar la tarde en el parque, zona cerca del grupo de toxicómanos. "Si vienen y los echan, se meten por los bloques", recalcan.

"Estamos muy hartos de tanta droga y tanta delincuencia (...). Muchas peleas, muchas broncas entre ellos y luego encuentras las papeletas de la droga, las papelinas del albal" Julia, también vecina del barrio que vive con "mucha tensión y, sobre todo, a partir de ciertas horas pues ya no te atreves a salir a la calle". Explica, sin dar la cara por medio, que tiene que ir a recoger a sus nietas cuando salen por miedo: "una vez la cogieron a la niña del brazo, que tiene 18 años, y se la querían llevar". Un problema que, recalca, hace que se vendan los pisos porque "la gente no quiere vivir en peligro".

El miedo, también ha pasado por el quiosco de Raúl varias veces porque "se pelean, insultan, están por todos lados. Hasta con los clientes se meten" intentándole, también, robar algo de su negocio "al menor descuido, te cogen algo siempre".

Alzar la voz para conseguir soluciones

La solución para esta situación la piden más de 80 personas cada noche a las 21 p.m. cuando, con silbatos y panderetas, inician una marcha pacífica reivindicando más seguridad y vigilancia.

Sara es la vecina que pide permisos para poder protestar de esta forma "hemos estado 3 meses desesperados sin poder dormir y ya un día, mi pareja y yo, explotamos y bajamos a la calle las dos solas. Es desesperante y dormirte por las esquinas, estar todo el día cansada, no poder trabajar, no poder conciliar tu vida (...). Abren los coches, a esa señora le han abierto tres veces el coche —hablando sobre una vecina afectada—. Le han roto cristales, le han roto parabrisas, ella iba a trabajar un día y se lo encontró abierto porque estaba una persona dentro durmiendo". Sin embargo, apunta, las soluciones no son solo para los vecinos sino también para las personas adictas que están en el parque: "esto no es vida tampoco para ellos. Vivir en la calle, robar, no comer (...). La gente se mueve por donde vende".

Una segunda oportunidad para las personas afectadas por la droga de todas las edades, más seguridad con refuerzo de la presencia policial, más vigilancia mediante la instalación de cámaras. Son las protestas de los vecinos de San Blas, que piden para poder vivir sin miedo.

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