El
arrestado, que entre sus vecinos tenía apariencia de "bonachón" y que
trabajaba de cara al público en una frutería, planificaba al detalle cada
atraco y actuaba a cara descubierta, pese a lo cual ha sido muy complicada su
identificación porque entre robo y robo usaba unas gafas graduadas de gran
tamaño que cambiaban su apariencia.
La
Guardia Civil de Alicante le ha detenido en la pequeña población alicantina de Hondón
de los Frailes, donde se han recuperado 50.000 euros que había sustraído 48 horas
antes en una oficina bancaria de la pedanía de La Murada, en el término de
Orihuela, así como dos revólveres y tres cajas de munición.
Tras
pasar a disposición judicial, el supuesto atracador ha sido enviado a prisión
provisional sin fianza mientras que su pareja sentimental, una mujer de 48 años
también detenida, ha quedado en libertad con cargos por supuesta encubridora y
colaboradora.
Los
golpes fueron efectuados en sucursales situadas en El Siscar y El Raal, en
Murcia, y en Granja de Rocamora, Monforte del Cid, Raiguero de Bonanza, Sax y
La Murada, en la provincia de Alicante, oficina esta última donde se apoderó de
casi 80.000 euros.
El
hecho de que actuara a cara descubierta era una circunstancia que "tenía
en vilo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad", según la Guardia Civil, que
publicó su fotografía en las redes sociales, aunque sin éxito. Otra
característica que alarmaba a los empleados de banca era su actitud, ya que se
mostraba calmado y paciente con el revólver en mano hasta el punto de que se
sentaba tranquilamente a esperar mientras se consumía el tiempo de apertura
retardada que tienen las cajas fuertes.
Según
ha revelado la investigación de la Guardia Civil, se desplazaba durante días a
la localidad de la sucursal elegida y realizaba un minucioso estudio antes de
actuar para analizar la huida, los tiempos de reacción de las fuerzas de
seguridad, fechas y horarios de reparto de los camiones blindados, costumbres
de los empleados, medidas de seguridad y un largo etcétera de detalles que luego
le servían para cometer robos limpios y seguros.
Las
oficinas elegidas estaban situadas en poblaciones pequeñas o pedanías pero con
múltiples accesos viarios para facilitar la huida, y además presentaban poco
trasiego de clientes. En su vida diaria usaba gafas con una importante
graduación y gran tamaño, por lo que cuando se las quitaba para cometer los
golpes cambiaba radicalmente de aspecto. Una vez cometido el atraco, volvía a
colocarse las gafas, se rasuraba el pelo y recuperaba el aspecto de bonachón, por
el que era conocido en su entorno.
Durante
los largos periodos que permanecía "dormido" en su actividad
delictiva, trabajaba de cara al público regentando una frutería, y nadie lo
asociaba al atracador de bancos que llevaba en búsqueda y captura desde 2013,
excepto su compañera sentimental, que conocía perfectamente su faceta oculta, y
de quien los agentes creen que ayudaba a estudiar las sucursales.
Su
'modus operandi' era siempre el mismo: entraba en la sucursal y entablaba
conversación con algún empleado, y durante un momento de la conversación sacaba
el arma, con tranquilidad, y amenazaba al empleado apuntándole y exigiendo el
dinero. Además, en tres ocasiones maniató a los empleados del banco con bridas
de plástico para sentirse más seguro, y una vez que lograba el dinero emprendía
la huida con discreción, sin despertar las sospechas del resto de ciudadanos.
Según el instituto armado, tenía antecedentes -había
pasado largos periodos de tiempo en prisión- y se sabe que su padre también
había sido arrestado por la misma actividad delictiva.