Ataque en Algeciras
La emoción del párroco al que le tocaba oficiar la misa donde ocurrió el ataque en Algeciras
El párroco cree que el objetivo del agresor era él y no el sacristán que acabó muerto apuñalado con un machete.
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Un joven de 26 años atacó varias iglesias antes de las 20:30 horas del miércoles en Algeciras. Un sacristánmurió apuñalado con un machete y cuatro personas resultaron heridas, una en estado grave. El agresor fue detenido y se investiga si se trató de un ataque terrorista.
El sacerdote que le tocaba oficiar esa misa está pasando unos momentos muy complicados. Juan José Marina, párroco de la iglesia de La Palma. "Estamos como el que está viviendo una película. Todavía no estamos conscientes de cómo se ha producido. Son cosas que las vemos en las noticias, en la tele y hasta que no te llega es cuando te das cuenta", comentaba en 'Espejo Público'.Juan José Marina se encontraba en el momento de la tragedia en "una parroquia vecina realizando unas confirmaciones". "Vine corriendo y me encontré al sacristán tirado en el suelo", lamentaba .
El párroco cree que el agresor iba a por él "por varios motivos". "En primer lugar, porque en San Isidro a quien agrede es al sacerdote pese a todos los feligreses que había en la parroquia", explicaba. Sin embargo, cuando llega a la iglesia La Palma "encuentra a nuestro sacristán recogiendo". "Era un hombre mayor y él pensaba que era el sacerdote", opinaba el párroco.
Había niños dando catequesis y tenían "el coro de adultos cantando abajo, ni se enteraron de nada hasta que se les avisó", detallaba Marina. "Teníamos todas las actividades de la parroquia como un día cualquiera".
Juan José Marina dice consternado que ha salvado su vida porque el sacristán "la ha entregado". "Estoy convencido que iba directo a la figura del sacerdote porque no atacó a nadie más", relataba. Invita a que el miedo se transforme en "fortaleza".
"Se había terminado la eucaristía, el sacerdote que había oficiado se encontraba en el patio y el padre Rubén fue el que escuchó los gritos de Diego -el sacristán- pidiendo auxilio". Gritaba: "¡Hay un loco!" Fue en ese momento cuando Diego salió de la iglesia ensangrentado por el patio y corriendo hacia la calle y el agresor iba corriendo detrás de él.
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